domingo, 7 de noviembre de 2010

Los crisantemos

  
       Al filo de los meses de octubre y noviembre florecen los crisantemos. Son flores de pétalos alargados y, en alguna variedad, como despeinados en su apiñado descuido, recogidos en a un botón central amarillo. Los hay blancos, ocres, rojos, amarronados. Sobre todo blancos. Es la flor atribulada de Todos los Santos, tal vez porque su floración acaece propicia en ese tiempo luctuoso y no es raro que asociemos su sencilla belleza con los días dolientes en que perdimos a un ser querido. En realidad, todas las flores de los camposantos son tristes.
Con los crisantemos, como con los lirios, florecen los cementerios y se explica que su austeridad no conozca aroma alguno ni sea precisamente su disfrute lo que nos acerca a ellos, sino su asociación mortuoria. Son flores para el recuerdo y la añoranza. Lo son para decorar las lágrimas de nuestro pasado lívido. Sobre todo los blancos, me agradan los blancos, inocentes, llenos de luz, limpios de polvo y paja.

        Jesús no tuvo flores ni una lápida que leyera su nombre.

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