Un rastreador afortunado acaba de hallar en bosques de Teruel una seta que excede de un kilo de peso. Nadie sabe explicar la razón de tales prodigios.
La seta llega a ser un manjar exquisito que cualquiera, con la inexcusable destreza y conocimientos debidos, puede rastrear en el bosque, desde el placer de encontrar de gratuita manera un producto tan estimable y sabroso. No ha sido éste que se nos escabulle ya, un año propicio para el disfrute de las setas, otros años abundantes. Llovió oportunamente, pero el complemento inmediato que es el arrimo de unos días soleados, se nos mostró remiso. Y aún queda otro inconveniente reprobable, el tropel ya anual de forasteros que rastrillan incluso los montes de descabellado modo, destruyendo el necesario mantillo y su feracidad, en pro de avariciosas ganancias, sin importarles demasiado dejar la tierra inhabilitada para futuras cosechas. Las quejas de los aldeanos está moviendo a las autoridades locales a tomar recomendaciones y medidas correspondientes para moderar tales abusos y tropelías.
En tiempos más tranquilos e idealistas que los que sufrimos hoy día, la seta, con su casquete en forma de sombrilla, ha sido fuente de inspiración de escritores para habitar la fantasía infantil, dando cobijo y sombra en sus cuentos a gnomos y princesas. Entre tanta variedad de hongos y setas, las hay realmente hermosas y atractivas, pintadas de un rojo intenso y tentador, por más que ésas, justamente, suelen ser peligrosísimas por la virulencia de su veneno.
Precisamente por la toxicidad de algunas de ellas, no es recomendable que sus buscadores se dejen llevar por su propia inexperiencia y desconocimiento de las diversas especies, dada la toxicidad de algunas de ellas, como la ya famosa por sus algo más que encantamiento amanita faloides.
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