De nuevo la cerrilidad terrorista de un sector acérrimo del Islán ha tronchado la vida de dos cristianos, ensangrentando aún más la ensangrentada Bagdad, y todo por el mero delito molesto de ser cristianos, en un país donde el mosaico de etnias y religiones han convivido tradicionalmente en paz. Sucede que el buen sentido de los restantes líderes religiosos, incluido el imán de Bagdad, ha condenado unánimemente toda explosión de intolerancia salvaje, encomiando la fidelidad modélica de los cristianos y abogando por que se restaure la convivencia que siempre ejemplarizó las relaciones mutuas de unos y otros.
Hay que destacar que los cristianos, lejos de dejarse amedrentarse por el terror, han celebrado la memoria de sus hermanos mártires, afirmando con denuedo su confesión de fe en Cristo.
Estos que veis vestidos de blancas vestiduras, ¿quiénes son y de dónde han venido?(Ap 7,13) Porque obviamente, por contra, el odio es negro.
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