domingo, 14 de octubre de 2012

El joven rico

    Este joven que se acerca a Jesús porque quiere salvarse, sabe bien que la bondad aquí en la tierra prepara la bondad de una vida mejor junto a Dios, y quiere reforzar ese camino bondadoso. Vive los mandamientos, pero quiere alcanzar la perfección, ignorando que ser perfecto es entregar el corazón a Dios sin reservas, y descubre que su corazón está donde está su tesoro, al que no quisiera renunciar. Y, decepcionado, se marcha cabizbajo y entristecido. Ha descubierto que estaba equivocado y que en realidad no quiere ser perfecto, por las consecuencias que llevan consigo los rigores de la perfección.
    Seguir a Jesús supone dejar de ser uno el centro de sí mismo y abandonar en la cuneta todos esos bienes que tanto le embargan. Él quiere llenarnos de sí, ocuparnos del todo. Sólo entonces nuestro bien es Cristo. El gran inconveniente de este joven cumplidor de la Ley, está en que es demasiado rico y la riqueza le complace. Si añadimos a todo eso que es joven, las cosas empeoran. Los árboles viejos se desprenden con facilidad de sus cosechas; acostumbrados a dar; a los jóvenes les cuesta más. Jesús ya había dicho con anterioridad: Quien quiera seguirme, que lo deje todo sin remisión

Reflexión: Un poco más de lluvia

    Anunciaron lluvia de nuevo, y ha llovido en toda la Ribera,  si bien  esta vez no de manera excesiva, lo cual nos complace a todos, por más que al mismo tiempo descienden las temperaturas, lo que no complace a todos. Casualmente, suele ocurrirnos por estas fechas, coincidiendo con las fiestas patronales, lo que dificulta y aun aborta la celebración al aire libre de algunos actos conmemorativos.
    Ya avisa el refrán de que nunca llueve a gusto de todos, pero no está en nuestras manos propiciar repartos equitativos de agua caída del cielo. Alegrémonos, aun así, por el provecho que nos reportan estas aguas, más o menos oportunas y celestiales. El agua la llueve Dios.

Rincón poético

MUCHACHO INSULTÓN

No sabe lo que dice. Tiene sucia
la boca y se recrea
en asignar dicterios a la gente,
a voz en grito, denostando
a sus mismos amigos. Reconoce
la gravedad de sus insultos,
alardea de saber incordiar,
niño travieso
que grita y patalea, sucio insecto
en la tela de araña de su enojo.
Algo sutil se le rompió muy dentro
de sí, la cuerda de un violín interior,
un resorte menudo e impalpable.
Se le apagó la luz, va a trompicones
como un ciego
y el lenguaje perdió la sintonía
entre sentir y pensamiento.
Vivió de prisa tanteando experiencias extremas,
hasta aplastar a incoherencias
la suave dimensión del equilibrio.
Hay hebras en la vida que se rompen.
Borbota injurias a destajo
y a destiempo, no tiene
invectivas bastantes, se atropella
rebuscando denuestos
hirientes, improperios
provocadores, insolencias
dañosas. Le alborota una sonrisa,
le encocoran indicios
de franqueza o cordialidad.
Vive exilado dentro de sí mismo.
Su altiva torre invulnerable
le protege, del modo como indulta
al loco su locura.

(De Paseando mis sueños)

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