Y hay una valoración de la escucha de la palabra, consistente en que quienes les escuchan, es como si escuchasen a Jesús mismo, y quienes la rechacen, le rechazan a Él. Escuchemos la voz Jesús en quienes evangelizan.
Reflexión: El proyecto evangélico de Francisco
Tiene sentido buscar, en los gestos que manifiestan la santidad de un santo como Francisco, respuestas con que encarar los problemas del mundo actual. Y uno de los problemas es contar con una espiritualidad que satisfaga nuestra apetencia de Dios.
El misterio de Dios es siempre el mismo, pero hay modos diferentes de ir hacia el misterio de Dios, porque individualmente los hombres somos diferentes. Hoy se subjetiva el problema de la fe, atentos a ahondar en el hecho mismo de creer. Francisco ponía su mirada en el contenido de la fe, y por lo tanto en el encuentro con Dios, que es quien alienta da calor a nuestra experiencia amorosa con él. Una cosa es el acto de creer y otra aquello en que creemos.
El encuentro con Dios es el núcleo de todo movimiento vocacional en la conducta del que le va buscando. Francisco fue madurando su proyecto de vida paso a paso, desde la experiencia de Dios. No le satisfizo lo que vio en la vida aislada de los monjes y cambiado por las adversidades de la enfermedad y la asistencia a unos leprosos, busca a Dios en el silencio de ermitas abandonadas y vive allí como oblatos, vistiendo como ellos, hasta que en el evangelio halla la dirección que marcará sus pasos: vivir despojado de todo.
Un paso decisivo es la vida en común con un grupo inicial de hermanos que buscan lo que busca él. “ El Señor me dio hermanos”, dirá con el tiempo en un recuento de toda su vida. Y de nuevo será el evangelio quien le diga cuál es el camino conjunto que ha de seguir, en fraternidad, desnudo de todo lo que no sea Dios.
El corazón de Francisco es ya un corazón nuevo, apto para seguir un camino también nuevo, que demostrará a todos que seguir el evangelio es posible. Nada nos hará vivir el evangelio, si el corazón no descubre la luz y el calor que irradia Jesucristo desde la intimidad de su experiencia, mediante el amor, la paz con todos. Lleno de Dios, las cosas estorban. El amor nos une a Cristo y a los hermanos.
El misterio de Dios es siempre el mismo, pero hay modos diferentes de ir hacia el misterio de Dios, porque individualmente los hombres somos diferentes. Hoy se subjetiva el problema de la fe, atentos a ahondar en el hecho mismo de creer. Francisco ponía su mirada en el contenido de la fe, y por lo tanto en el encuentro con Dios, que es quien alienta da calor a nuestra experiencia amorosa con él. Una cosa es el acto de creer y otra aquello en que creemos.
El encuentro con Dios es el núcleo de todo movimiento vocacional en la conducta del que le va buscando. Francisco fue madurando su proyecto de vida paso a paso, desde la experiencia de Dios. No le satisfizo lo que vio en la vida aislada de los monjes y cambiado por las adversidades de la enfermedad y la asistencia a unos leprosos, busca a Dios en el silencio de ermitas abandonadas y vive allí como oblatos, vistiendo como ellos, hasta que en el evangelio halla la dirección que marcará sus pasos: vivir despojado de todo.
Un paso decisivo es la vida en común con un grupo inicial de hermanos que buscan lo que busca él. “ El Señor me dio hermanos”, dirá con el tiempo en un recuento de toda su vida. Y de nuevo será el evangelio quien le diga cuál es el camino conjunto que ha de seguir, en fraternidad, desnudo de todo lo que no sea Dios.
El corazón de Francisco es ya un corazón nuevo, apto para seguir un camino también nuevo, que demostrará a todos que seguir el evangelio es posible. Nada nos hará vivir el evangelio, si el corazón no descubre la luz y el calor que irradia Jesucristo desde la intimidad de su experiencia, mediante el amor, la paz con todos. Lleno de Dios, las cosas estorban. El amor nos une a Cristo y a los hermanos.
Rincón poético
ENSÉÑAME
Enséñame a decirte lo que apenas
alcanza a confiarte la emoción.
Tú, que eres la palabra,
pon en mis labios las que yo
voy buscando y no acierta
a pronunciar ferviente mi oración.
Me falta una medida de coraje,
pero no dudes nunca de mi amor.
Te amo, Dos mío, mas quisiera amarte
con empeño, con aquel mismo ardor
con que decía Pablo que latía
con los latidos de tu corazón,
una mano apretándole a otra mano,
ambas fundidas en un apretón,
dos labios juntos en un beso,
dos heridas con un mismo dolor.
Enséñenme a ser tuyo
las sílabas sangrantes de tu voz.
(De Paseando mis sueños)
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