Nadie tiene derecho a un sueldo que, sin trabajar, no ha merecido. Nadie cobra por no hacer nada. Para el caprichoso y antojadizo, las cosas no tienen más precio que el de sus deseos. Quiere algo y hay que dárselo ya. Sus deseos son ley.
Es lo que les ocurre a estos dos discípulos de Jesús, que ambicionan, a cambio de nada, la misma gloria de Dios, codo con codo con él. Es explicable el asombro de los restantes discípulos. Y Jesús, después de reprocharles tan dislocada ambición, les hace ver que quien le quiera seguir de verdad, para ganarse ese eximio lugar ha de arrastrar su propia cruz, bebiendo del cáliz de la adversidad, la persecución y el sacrificio sangriento de sí mismo.
¿En qué contexto se les ha ocurrido a esos dos discípulos llegar a tal derroche de ganosa esperanza? Jesús, mientras subían a Jerusalén, les iba diciendo que las autoridades políticas y religiosas se coaligarían contra él para darle muerte. Y ellos, que no acaban de comprender y siguen pensando en una inminente irrupción gloriosa del reino, aprovechan para, llegado ese momento, disponer de un lugar en primera fila. La respuesta de Jesús es radical: No sólo morirá él por todos, sino que a su vez, ellos, sus discípulos más eminentes, han de morir por él, uniendo la sangre del martirio al reguero de la suya.
Reflexión: Sectas judías en tiempos de Jesús En la época de Jesús proliferaban las sectas judías. La forzada helenización llevada a cabo por Antíoco IV y sus corifeos judíos, suscita la rebelión de los Macabeos. El grupo de los asideos o piadosos se les une, hasta que Jonatán, hijo de Matatías, da en unir al poder político la de sumo sacerdote, que los asideos reprueban, aparatándose y fundando la secta de los perushim o separados, de donde proviene la palabra fariseo. Los perudhim se dedican al estudio y práctica rigurosa de la Ley aumentando minuciosamente sus preceptos. Otro grupo surgido en paralelo con ellos es el de los saduceos, que, a pesar de considerarse descendientes del sumo sacerdote Sadoq, aristócratas y adinerados al servicio del templo, apoyan a cualquier sumo sacerdote con tal de mantener sus privilegios. Rechazaban las tradiciones creadas por los fariseos, y ajenos interesadamente al más allá, defendían que Dios premia y castiga a buenos y malos aquí y ahora. En año 50 aparecen los sicarios, zelotas que declaran la lucha personal apuñalando por la espalda a sus enemigos invasores.
La derrota de Israel por Roma en el año 66 d.C., con la destrucción del templo, desaparecen los zelotas, los sicarios y los saduceos, servidores del templo. Perdura la tradición farisea.
Rincón poético
LA TORMENTA
Un apretado nubarrón oscuro
asoma tras los montes
amenazante. Estruendo pavoroso
preludia su presencia agigantada
cubriendo el horizonte.
Latigazos de luz transverberan el aire.
Es la tormenta, la que impulsa al perro
buscar cobijo en un rincón.
Gruesas gotas de lluvia como dedos de palo
tamborilean en un charco.
Y a lo lejos, puñales de cólera encendida
quiebran la rectitud vertiginosa,
del curso imprevisible de los rayos.
Experta en ruidos, furias y desafueros,
la tormenta resuena en los espacios
rodeada de fuego y de fragor.
¡Horrísono espectáculo
que al hombre intimidado
asusta y sobrecoge!
El corazón se achica amedrentado,
piensa sólo en sí mismo
y las manos de juntan para un rezo.
(De Paseando mis sueños)
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