lunes, 11 de febrero de 2013

En Caná de Galilea

        Caná es, en el evangelio de Juan, la manifestación un tanto improvisada de Jesús que confiere al relato el carácter simbólico de nueva creación que configuran signos y comentarios. Es el sexto día de Jesús. Y si bien él, en el banquete, se resiste todavía a darse a conocer, María precipita los acontecimientos al disponer lo que ha de hacerse, movida por el agobio de quedarse sin vino con que agasajar los novios a los convidados.
        María y Jesús son dos almas gemelas, a quienes la compasión les unce a los sofocos y angustias de la gente. El portento de convertir el agua en vino deja boquiabiertos a los discípulos que acompañan a Jesús, contribuyendo a creer más en él.


Reflexión


La fe y la incredulidad

    Leo un poema de un poeta de renombre que se permite chancearse irónicamente de la fe en Dios. Es el síndrome de la incredulidad. El ateo no se limita a no creer, porque estima que es lo racional, sino que persigue irracionalmente como diablo al que cree. Le indigna que otros crean lo que a él le deja frío. Tengo para mí que quien no cree, se ve obligado a cubrir ese vacío creyendo en infinitud de cosas para él necesarias. Hay un reconocido y tranquilo portero de futbol que, para conjurar la buena suerte, suele saltar hasta tocar el travesaño de la portería.
    No poder creer no pude reputarse un bien, como no ver no puede considerarse una ventaja sobre quien ve incluso con agudeza. Que un ciego se chancee de quien no lo es, no tiene demasiado sentido.


Rincón poético

   EN EL JARDÍN

Todo es variado
en el jardín,
y el orden
constituye su prestancia.
Las violetas se ocultan, como niños
que juegan a esconderse;
prolifera el escándalo
de los coleos rojos, amarillos
y verdes, tan distintos;
escala, con su llama
olímpica en la mano,
la buganvilla una pared.
-¿Por qué nos ladra el perro?-
El aroma plisado de unas rosas,
o brasas, se hace un sitio en el ambiente.
Plisados, sí,
porque plisadas son las rosas.
Son a manera, indiscutiblemente,
de las princesas de jardín.
Hay una verja protectora
y un perro flaco y ladrador.
¡Qué amarilla aparece y luminosa
-¿por qué nos ladra el perro?-,
la fragancia que expande el alhelí!

(De La verdad no tiene dombra)

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