domingo, 10 de febrero de 2013

La pesca milagrosa

        El prodigio de la pesca prodigiosa motiva la vocación de los primeros discípulos de Jesús. Son avezados pescadores que en vano han intentado toda una noche en pescar algo. Jesús lo ve y les aconseja que lo intenten de nuevo en el lugar que él les indica. Ellos se excusan. Lo han intentado por todos los medios, pero en atención a él, procederán como dice.     
        A menudo, Jesús nos pide cosas sorprendentes, y nosotros podemos optar por no hacer caso, desde el sentido común que nos dice que está desacertado, o  desde la fe, que nos pide creer contra toda corriente. Desde lo razonable, desde la exclusiva confianza en nosotros mismos, seguimos con las redes vacías; desde la fe, asistimos al prodigio de llenar nuestras manos con los frutos de la providente grandeza de Dios.
        Los apóstoles debieron quedar perplejos ante el prodigio. La cantidad de peces que brillan lustrosos abarrotando la red, no tiene explicación plausible. Es el premio a haber confiado en la palabra prodigiosa de Jesús. La fe nos insta a fiarnos de él, incluso cuando no parezca lo más razonable, enseñándonos a no creer demasiado en nosotros mismos, y partir mar adentro, hacia el misterio, hacia las profundidades de Dios, el misterio de la Eucaristía, el de la Trinidad, la Encarnación, la Resurrección, el mismo misterio de la Iglesia.
        Que Dios dé pescadores de hombres para Dios a su Iglesia, en un mundo que necesita de Dios y de ellos


Reflexión

Nubes y claros



    Uno ve el mapa meteorológico con la península cubierta por nubecillas que llueven y nievan copiosas, y se alegra de buen grado del tiempo bonancible que disfrutamos por el levante español, pero es de lamentar que los embalses del antiguo reino donde habito, vayan disminuyendo su caudal de modo alarmante. No hay modo de apacentar nubes donde uno quiere, sino que son sus oleajes caprichosos los que las distribuyen al albur por una España de muy variada hidrografía. El naranjo, el kaki, el kiwi  y otros árboles frutales menos extendidos, las necesitan


Rincón poético

RECUERDOS DE GUERRA

Yo era pequeño y me arrastró la guerra
lejos de todo, como naufrago
que arriba a solitarias
playas desconocidas y no acierta
aturdido a llorar.
Motivos no faltaban.
Se mataba a la gente
en las cunetas, cuando no
chapoteando en el viscoso barro
de las trincheras.
Escaseó el amor, la sensatez  y el pan.
Nació un mundo brutal.
Nadie creía en la bondad ni en inocencia
ni tenían cabida las maneras
correctas que volvieran confortable
el trato entre los hombres.
Muchos rezaban a escondidas,
porque creer en Dios era un delito
y una ignominia incomprensible
amar al enemigo que te mata.
Lo cuentas y te miran receloso.
Y es que Dios está lejos de los hombres
que están lejos de Dios.


(De La verdad no tiene sombra)

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