Jesús es la verdad. Virtudes afines a la verdad son la sinceridad, la humildad, la transparencia propia de los sencillos de corazón. Frente a la verdad, está el engaño, la mentira, el fingimiento astuto de las apariencias.
Si pusiéramos en un lado lo que cuesta fingir con sagacidad, la teatralidad que hay que poner en juego para aparentar lo que no somos, y en otro lado el hecho de ser simplemente como uno es, seguro que aquello cuesta más que esto otro.
Jesús, desde su propia condición de ser la voz del padre en la enseñanza de la verdad de sus misterios, siente la más honda repulsión hacia quienes mienten, engañando así a los demás y enturbiando las aguas limpias de la verdad. Al diablo, en cambio, se le llama Padre de la mentira, porque endulza la tentación maligna so capa de bien.
La cuaresma nos incita a la oración y al ayuno. Ayunemos con sinceridad, humildemente. Basta con privarnos de algo que nos agrada, por ejemplo en la mesa, pero hagámoslo con naturalidad, como nos aconseja Jesús. No hace falta que se dé cuenta nadie de ello. Y siempre, practicando el bien, como Jesús, que pasó por este mundo haciendo el bien a todos.
Reflexión
La pertinacia del diablo
El diablo no se da por vencido nunca, como se demuestra en las tentaciones a que es sometido Jesús. Dice Lucas en ese pasaje que “el demonio se marcho hasta otra ocasión”. Y efectivamente, las tentaciones le acosan, protagonizadas por escribas y fariseos, emboscados en una supuesta inocencia, una y otra vez, “para tentarle”, dicen los evangelios.
Aparentemente, el diablo vence con la condena de Jesús. No fue capaz de imaginar la gloria de la Resurrección.
Rincón poético
LA CORTEZA
La corteza del árbol, cuarteada
por la incuria del tiempo,
sabe de la tormenta,
del estremecimiento
luminoso del rayo, del frío, de la nieve,
esa blanca belleza sin piedad,
y del ardor reseco y sudoroso
del incendio estival.
Esa corteza abarquillada
describe la tortura
de proteger la consistente
fibra de la madera.
No tiene la belleza delicada
de la fronda ni ofrece el exquisito
fruto, ni abierta flor que aromatice el aire.
Tiene agrietada y rota
su condición superficial,
como esforzada mano de labriego.
Que nadie menosprecie
su cometido humilde, porque abriga
al árbol, lo protege
servicialmente con su abrazo.
Ella también es árbol,
como la playa es mar, como el oasis
la esbeltez peculiar de la palmera.
(De La Verdad no tiene sombra)
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