domingo, 3 de febrero de 2013

Jesús, el mesías, en Nazaret

    La expectación de los paisanos de Jesús en la sinagoga, acreditado por sus prodigios, debió de ser de gran tensión. Mientras Jesús lee y va comentar el pasaje mesiánico del profeta Isaías, centra en sí todas las miradas. Pero lo verdaderamente sorprendente es el comentario inaudito de Jesús a Isaías, proclamando: Hoy se cumple ante vosotros esta profecía, dice Jesús. O sea, él es el mesías esperado por todos. Cumplir significa pasar algo de las promesas a su realización.
    Sigue la reacción favorable de la gente, que se admira de cómo habla y de las cosas que dice. Pero ante una aclaración de Jesús que no les favorece, todo acaba dramáticamente. Ya no volverá más Jesús a su pueblo.      
    La gente no ha sabido pasar de la admiración a la fe, que implica una resuelta adhesión de la persona de Jesús mediante la fe. El evangelista nos lo declara diciendo que no pudo desenvolverse allí con la eficacia que en otros sitios, porque no creían en él.
    Este pasaje nos muestra, de un lado, el designio salvador de Dios que Jesús ha de llevar a cabo encarnando en nuestra pobreza y miserias; de otro, la denodada oposición del hombre a los intentos de Dios por llevarnos al camino donde  podamos dar con él e introducirnos en el recinto de bienaventurados.

Reflexión


Jesús en Nazaret, según san Lucas

    Es llamativo el modo como Lucas describe, con todo lujo de pormenores, el momento tenso de la predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret, un sábado. Es así cómo, ante la expectación que suscita su  presencia ante sus paisanos, el evangelista nos hace ver la importancia que tiene este pasaje en la historia del mensaje de Jesús. Él es ése que vaticinaron Isaías. Él es el mesías que profetizan unos y otros. Y da a la composición una estructura en  contraste. La admiración de la gente ante la autoridad con se expresa primero y el intento después de descalabralo. No creían en él. Le niegan la adhesión a sus palabras y a su persona. Y ha de irse de su ciudad natal para no volver a ella. Resulta así este pasaje en una imagen de todo el evangelio, que transcurre entre la aceptación y el rechazo de su mensaje.

Rincón poético

            EL VIENTO

El cierzo es como un mar desarbolado.
Todo lo arrasa desairado el cierzo,
descarnando caminos, azotando
tupidas arboledas, como ciego;
nubes rampantes de horizontes rotos
escapan desgarradas ,como ciervos
que huyen de sus zarpazos
y en la veleta refunfuña el viento.
Cielo ventoso de deshilachadas
nubes poblando el desconcierto
de la estampida que las desordena.
¿Quién impulsa este empuje tan incierto?
No existe valladar que lo desvíe
hacia las cumbres del espacio inmenso.
El viento es una sucia bofetada
a todo lo que está tranquilo y quieto,
que no tiene sentido,
que no tiene remedio.
Acecha, como un grito en las esquinas,
callado, traicionero;
se revuelca en los charcos
como niño travieso,
y se empapa de frío
en los neveros.
No existe todavía una maroma
que le ate a algún ciprés del cementerio.


(De La verdad o tiene sombra)

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