sábado, 9 de febrero de 2013

Envío de los discípulos a predicar

          Jesús tiene tan ocupada la agenda personal de sus actividades, que no tiene tiempo para retirarse unos instantes con sus discípulos, que llegan fatigados de sus correrías evangélicas en su primer ensayo de predicación del reino, y escucharles emocionados sus experiencias singulares.
    En vano cruza el lago rehuyendo al gentío. Al desembarcar, una multitud de gente va desorientada de aquí para allá ansiosa por escuchar su palabra salvadora y él, olvidándose de sí, se aparta de sus discípulos y atiende sus demandas compadecido, porque les ve como ovejas sin pastor.
    Darse a los demás, ser para los otros olvidado de sí, aparcándose a sí mismo,  es su norma de buen hacer.


Reflexión

Los beneficios del ascensor

    El ascensor y el monta cargas son primos hermanos, hechuras nacidas de un proyecto común, a la manera del naranjo y el limonero. Las diferencias que los determina es su finalidad, que en uno es subir personas desde una planta baja a los sucesivos pisos y en otro izar materiales, de la misma manera.
    Quien inventó el ascensor debió de ser una persona ya entrada en años, cansada de ascender penosamente por la escalera.  Todos los usan, los unos por comodidad, pero los que han ido sumando cuantiosos años y odian el incordio de los escalones, cada vez más inaccesibles, no es tanto la comodidad como la urgencia, lo que les hace bendecir medio tan cómodo de evitar la dureza de las empinadas escaleras tradicionales.
    Y no es que subir al ascensor sea todavía entrar en levitación, pero no se alarmen: los adelantos técnicos despliegan ante el hombre un futuro tan inescrutable como sorprendente; todo se andará. ¿No existen ya ensayos de un proceso que hace invisible al hombre mediante capas que lo desdibujan?


Rincón poético

   PARA VER A DIOS

Si supiera qué día y a qué hora
disfrazado de pobre, de mendigo,
en la puerta piadosa de la iglesia
o en la mía tal vez, sin ir más lejos,
la mano de Jesús pide limosna,
porque acontece
que va de puerta en puerta mendigando
el amor de los hombres que no saben
cómo amar todavía
correctamente a Dios...,
si yo supiera distinguir su mano espléndida
de la de un pordiosero, aunque no es fácil
separar la pobreza de unas manos
de la que exhiben otras,
y la emoción no me rompiera
como un grito la voz...,
si un día descubriera hasta qué punto
en cada pobre va escondido
humildemente Dios,
yo sería ese pobre que da asilo
a la pobreza de los otros.
Sé que he de desprenderme de mí mismo
antes, si verdaderamente
pretendo ver las manos del Señor.
Ayúdame, Señor, a conseguirlo.
Limpia mis ojos, que te vea.


(De La verdad o tiene sombra)

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