viernes, 22 de febrero de 2013

No matar


Los mandamientos de Jesús no tienden a abolir la ley, sino a perfeccionarla, para lo que usa una fórmula plenificadora: No esto, sino esto otro. No aquello que manda Moisés, sino esto otro que va a las raíces de los mandamientos.
      Moisés había prohibido matar, sin evitar que la gente se tomase la justicia por su mano. Jesús va más allá de la mera prohibición, va hasta el fondo, porque es en el corazón del hombre donde hay que interiorizar la ley. Si borramos el odio que anida en lo hondo de la maldad, desaparecerán la violencia, las injurias verbales, las disputas emponzoñadas, la murmuración perversa, la agresión y el crimen. Al odio hay que oponer entonces el amor, que es el que edifica la convivencia.
Y como aplicación concreta de esta doctrina cordial, Jesús prohíbe que nos acerquemos al altar de Dios, si antes no reparamos nuestras relaciones rotas con un tercero. Y es que si hay discordia entre los hombres, la relación con Dios también se rompe.
Reparemos nuestra disidencias con todos, y quedarán implantados en nuestro corazón los buenos deseos de Jesús.


Reflexión

Los prejuicios

Los prejuicios, esa supuesta sabiduría inconmovible de la altanería humana, son lo que impide frecuentemente aceptar los difíciles misterios de nuestra fe: la Encarnación, la Eucaristía, la Resurrección de Cristo... Jesús pide por eso la adhesión a su persona y la aceptación de su palabra. Quien mediante un conocimiento esclarecedor llega a amar a Jesús, sigue su trayectoria divina y acaba creyendo en él como sus discípulo. Frente a los prejuicios de nuestra altivez, amar a Dios es el remedio. Esa es la receta.


Rincón poético

         LA SOMBRA

La sombra está donde la luz palpita.
Es su marco y ensalza su presencia..
Sin las sombras, los seres 
no hallan la forma con que definirse
ni las estrellas noche en que acostarse.
Nos acompaña sin tocas apenas,
ella, que es una mancha agazapada
detrás de todo, poste, casa o árbol.
Juega en el parque con los niños,
corre detrás del tren vertiginosa,
se abraza de tal modo
a los pies de las cosas, que parece 
una alfombra servil o un can sumiso.
Hasta la nebulosa más lejana
para brillar con fúlgidos destellos
de una noche profunda necesita.
No la piséis: nos dota
de forma y apariencia; nos diseña.
Quitad la sombra y borraréis el mundo,
sin el dibujo neto de las cosas.

(De La verdad no tiene sombra)

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