sábado, 2 de febrero de 2013

La Purificación


     La festividad de la Purificación nos muestra cómo la Sagrada Familia cumple cabalmente con los preceptos de la Ley. Y junto al cumplimiento de la Ley, el Espíritu de Dios se hace presente en la palabra del justo Simeón y de la profetisa Ana. En Simeón queda patente la acogida al niño por un miembro del pueblo judío y también el encuentro de Ana con el futuro salvador de Israel, está auspiciada por Dios.
    El reconocimiento de Juan Bautista, de Simeón y Ana, ya en la antesala de la nueva alianza, los coloca en una zona de transición entre ambos testamentos, y sirven de puente entre lo uno y lo otro.


Reflexión

Los mandamientos

    Decimos que los mandamientos son diez. A Moisés no se le revela que sean tantos o cuantos. Llamados palabras en origen, parten de un núcleo inicial que la revelación irá completando y configurando cada vez de más precisa manera. Su división en diez es más bien tardía. Filón de Alejandría,15-10 a.C, y Flavio Josefo, 37-101 d.C, los enumeran así:
    1, la unidad de Dios; 2, prohibición de hacer imágenes; 3, falso juramento; 4, descanso sabático; 5, honrar a lo padres; 6, asesinato; 7, adulterio; 8, hurto; 9, testimonio falso; 10, deseo de lo ajeno -la envidia-.
    Se aconsejable leer los comentarios de Juan Luis de L. Azcárate, Deuteronomio, 2009.

Rincón poético

        MIS CONTINGENCIAS

Siempre el amor, porque el amor nos salva.
Cambiamos tan de prisa, corre el tiempo
tan veloz, gira tanto el minutero,
que puedo recordar como otra cosa,
al que fui ayer, ya inexistente.
Dirán algunos que no importa;
que seguimos andando
siendo los mismos.
Hoy no es ayer. No somos
los mismos que ayer fuimos.
No somos aquel niño,
ni aquel adolescente que aspiraba
a ser mayor. Cada día que pasa
nos entierra la insidia
de un puñado de tierra, con sus lirios
morados y la esquela desolada
de la marmórea lápida. Pero sucede
no obstante que la vida es una llama
que alienta la ilusión y nos calienta
lo suficiente, y proseguimos
cultivando la grata cortesía
del amor a los otros,
y besamos las manos maternales
que nos besan las nuestras con ternura,
y nos llena de gozo
reconocer en torno nuestro
los dedos moldeadores de las cosas.
¡Siempre la lluvia del amor
lloviéndonos el alma!
¡Siempre el amor! ¡Gracias, Dios mío!

(De La Verdad no tiene sombra)

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