domingo, 4 de abril de 2010

Aleluya

Blanco como un almendro, dice de Cristo resucitando un poeta alemán. Aleluya.
Cristo se alza nuevamente vivo, blanco como un almendro, como un cerezo prietamente florecido, súbito como un relámpago que blandieran ángeles, nítido como la fuente de gracia que nos nace de él a cuantos bebemos de sus manos. Aleluya.
Todas las losas funerarias del mundo alzan sus mármoles para ver otra vez nueva la luz, sacuden sus epitafios desesperados y lastimosos ayes ya innecesarios. Aleluya
El corazón que late al unísono con él, vibra lleno de aleluyas gloriosos, como si un puñado de alas blancas nos llenaran el pecho. Aleluya.
Cristo vive, que diría Lucas, el evangelista, desde el entusiasmo provocado por volver a tenerlo rehecho, nuevo y brillante como su palabra. Aleluya
Que este ancla gloriosa que te fija al hombre, no deje de sujetarnos ya nunca a ti, Jesús. Aleluya.

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