jueves, 29 de abril de 2010

Pon a buen recaudo tus tristezas


No es mía la tristeza. No cultivo en mi jardín lamentos ni amarguras. A nadie le importan las heridas que dejan maltrecha el alma. Esas, si acaso, son las mías, ya olvidadas, además de que dispongo de un panal transido de densa miel donde esconderlas; es el más lenitivo de todos los bálsamos. Mejor que todo eso es cruzar el río de la vida, de orilla a orilla, sobre la almadía movediza de las propias sonrisas.
Sonreír no duele. Prueba a ocultar trocitos de alegría, como quien siembra jugando amor y sueños, a escondidas, bajo la levedad del musgo undoso y siempre leve de tus relaciones para con los demás, y obtendrás jugosos frutos de cortesía y amabilidad, el buen trigo de la vida. Haz como yo, que, como dice alguien, tengo arrugada la cara de tanto sonreír. Sonreír no duele. Cura.

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