miércoles, 21 de abril de 2010

Y de pronto, una nube negra

La magnitud del desastre que están ocasionando al mundo los inocentes cristalitos de basalto de una nube volcánica que ha desplegado Islandia sobre el mundo, sólo se llega a justipreciar si se dispone de una vista cenital del mapa terrestre. Hay un satélite que deja ver - en diminutos puntos brillantes de color amarillo en movimiento-, la densa aglomeración de aviones que se acumulan sobre EE.UU. y Europa, y trazan tupidas líneas internacionales que ocupan el cielo de continente a continente. El espectáculo es sobrecogedor. Una locura.
Y de pronto, una nube pavorosa de ceniza negra que despide a borbotones un volcán “de juguete” y casi desconocido, paraliza las comunicaciones de medio mundo y pone a prueba la necia altivez del progreso humano. No es para menos; el volcán tiene un nombre diabólico: Eyjafjallajotull.
El dedo oculto de la mano de Dios toca nuestra frente para llamarnos la atención, y nos está diciendo algo. Adivina adivinanza.

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