La magnitud del desastre que están ocasionando al mundo los inocentes cristalitos de basalto de una nube volcánica que ha desplegado Islandia sobre el mundo, sólo se llega a justipreciar si se dispone de una vista cenital del mapa terrestre. Hay un satélite que deja ver - en diminutos puntos brillantes de color amarillo en movimiento-, la densa aglomeración de aviones que se acumulan sobre EE.UU. y Europa, y trazan tupidas líneas internacionales que ocupan el cielo de continente a continente. El espectáculo es sobrecogedor. Una locura.
Y de pronto, una nube pavorosa de ceniza negra que despide a borbotones un volcán “de juguete” y casi desconocido, paraliza las comunicaciones de medio mundo y pone a prueba la necia altivez del progreso humano. No es para menos; el volcán tiene un nombre diabólico: Eyjafjallajotull.
El dedo oculto de la mano de Dios toca nuestra frente para llamarnos la atención, y nos está diciendo algo. Adivina adivinanza.
Y de pronto, una nube pavorosa de ceniza negra que despide a borbotones un volcán “de juguete” y casi desconocido, paraliza las comunicaciones de medio mundo y pone a prueba la necia altivez del progreso humano. No es para menos; el volcán tiene un nombre diabólico: Eyjafjallajotull.
El dedo oculto de la mano de Dios toca nuestra frente para llamarnos la atención, y nos está diciendo algo. Adivina adivinanza.
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