martes, 20 de abril de 2010

La voz y la palabra

Hace poco se celebraba el día de la voz, ese temblor del aire provocado por las cuerdas vocales de la garganta y la configuración de la boca, modulando los diversos sonidos del lenguaje. La voz llega a fundirse con la misma personalidad del individuo que habla y de alguna manera condiciona su carácter. Depende del tono más o menos agradable de esa voz, del timbre resultante de la suavidad o aspereza de la vibración que la produce. De modo que el habla es el resultado natural de educar la voz combinando los sonidos, como vehículo de las palabras,
Entiendo que debiera haber más bien un día para celebrar el hechizo de la palabra, ese otro don creado por el hombre al que apela la necesidad de comunicarse, memorizar y transmitir la cultura, investigar, dar a conocer los conocimientos, saber, y en definitiva, expresarse.
La expresión bella del lenguaje ha permitido, además, inventar un trasunto de la realidad en el que los sentimientos y las cosas cobran un sentido de superior peculiaridad y excelencia, noble lugar donde sólo a la imaginación y a la mano cultivada del buen gusto se le permite abrir las puertas que dan al paraíso de la belleza. Las palabras correctamente cultivadas pueden ser amables, exaltadas, suaves, ásperas, humildes, intolerantes, melindrosas, cercanas, altivas, displicentes... Como el hombre. Creo que amar al hombre conlleva amar el flexible artificio de la palabra que nos permite decírselo, estar con él y conocerlo, saberlo. Dios mismo, para salvar al hombre, descendió hasta la irregular superficie de nuestro barro y se hizo Palabra.

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