Se reduce drásticamente el número de extranjeros en España, en general, y Teruel es un índice especialmente sensible de esa reducción, resultado inmediato de la falta de oportunidades para medrar que ocasiona la crisis económica.
Los medios estiman que la cifra de residentes foráneos en nuestras tierras ha descendido un 2,03 por ciento, en total, unos cien mil. Desciende sobre todo el número de iberoamericanos, seguidos de africanos y rumanos, y en menos cuantía los procedentes de Asia.
Teruel no podía ser una excepción, si se considera que, sobre todo aquí, faltos de una industria intensiva, era la construcción el caladero casi exclusivo donde se contrataba la mano de obra corrientemente barata de los extranjeros. Basta mirar al cielo de Teruel para comprobar el número de plumas inactivas que se alzan aquí y allá, como brazos implorantes en paro, en edificios sin concluir, cuyas obras están demandando a gritos que alguien las ponga en marcha para que el país no se oxide del todo.
¿Qué buscan ya, pues, esas pateras regazadas que intentan todavía tocar la equivocada tierra de promisión de las costas españolas, en un país donde el paro ha degenerado en una inútil e irremediable huelga interminable de brazos caídos? ¿No hay nadie que les avise? ¿Nadie que les diga que El Dorado no está aquí? Buscan desbocados remedio a su pobreza, en un país que no halla remedio a su pobreza. Que Dios nos mire compasivo
No hay comentarios:
Publicar un comentario