Avanza resueltamente el proyecto municipal de ir peatonalizando el casco viejo de la ciudad, estrechas callejas que disputan al viandante el uso y dominio de las mismas.
Cuando éramos niños, antes de que la gente diera en matarse impunemente en una confrontación estéril, a campo abierto, exiguo entonces el parque automivilístico de las ciudades, la calle era el lugar habitual de los juegos de los niños. ¡Cualquiera lo intenta temerariamente hoy día! Ahora, en algunos sitios, ni siquiera se goza de una acera lo suficientemente amplia y segura como para no tener que descender a la calzada, donde ese sendero adosado a las casas no pasa de ser una cinta sutil, más que útil simbólica. El coche es el dueño y señor de la ciudad, circulando o aparcado, y en todo caso, restando espacio al sufrido ciudadano.
Recuperemos algo de lo que nunca debimos apearnos. Una ciudad turística como la nuestra, debe pasearse con natural descuido y comodidad, gozosamente.
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