lunes, 11 de abril de 2011

Con la mujer adúltera

Mientras escribas y fariseos, con piedras en las manos, creen poner en aprietos a Jesús presentándole a una mujer sorprendida en adulterio, a la pregunta de qué hay que hacer con ella, él, agachado, se limita a escribir enigmáticamente en el suelo del templo sin rechistar.
¿Qué es lo que escribe? No dice nada el evangelista. Quizás no usó otro  cálamo que las yemas de sus dedos. Pero, ¿qué es lo que decían esos signos ilegibles? Quizás recordaba Jesús la antigua ley, tan invocada por escribas y fariseos, mientras escribía: ¡No matarás! 
Él ya había explicado el sentido profundo de ese precepto, enseñando que no es la violencia, sino el amor lo que debe presidir el corazón del hombre. Y no dudó en defender a la asustada mujer, mientras los más viejos empezaban a dispersarse cabizbajos: Anda, vete y no peques más.

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