martes, 26 de abril de 2011

Junto al sepulcro vacío

       Si se ponen en parangón este pasaje de Juan y el correspondiente de Mateo, se advierte al instante que se trata de un mismo asunto, redactado por éste desde la objetividad de la tercera persona y, por eso, una cierta indiferencia ante la afectividad de las mujeres, más centrado en la gozosa noticia de la resurrección de Cristo en sí. Todo es movimiento, agitación y dinamismo en él: unos y otros corren, movidos por la sorpresa, a extender la noticia. Corren María Magdalena y la otra María, porque el sepulcro está vacío; corren Juan y Pedro para comprobar qué ocurre allí, corren los soldados despavoridos a informar al Sanedrín. Un ángel ha anunciado que Cristo vive, y sorprendidas las mujeres, acuden de inmediato, llenas de gozo y temblor, a hacer partícipes de la novedad a todos los demás hermanos.        
Juan, personalmente más cercano en la historia a Jesús y los discípulos, junta los dos planos de la resurrección y la singularidad del favor a quienes se comportaron con más audacia y fidelidad en los momentos sangrientos del sacrificio de Cristo, lo que suscita en las mujeres, más afectivas, desbordados sentimientos de jubilosa ternura. Esa cercanía de Juan es la que introduce el diálogo entre los personajes del entono del sepulcro, dejándose oír en primera persona. La vivencia humana del hecho por las mujeres anima y llena de fervor el diálogo enternecido de ambas con Jesús.
Juntas ambas redacciones, sus puntos de vista particulares enriquecen tan luminosa  escena, desde el impacto que produce la noticia de que Cristo vive de nuevo, en los afortunados personajes que gozaron de semejante primicia.
El cielo se ha despejado al fin

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