Resulta curioso que Jesús tenga que huir de aquí para allá, por Galilea, ya que en Jerusalén han determinado quitarle del medio, porque su presencia y su palabra les incomoda.
Ha corrido la voz y no faltan ya quienes se desentienden de él alegando torpemente que está falto de esplendor y misterio. Nadie sabrá de dónde ha de venir el enviado de Mesías, en tanto que de Jesús sí saben de dónde viene. Es un hombre como cualquier otro hombre, y no le asiste ese halo borroso de indefinición que revelará la apariencia un tanto abstracta que necesariamente ha de reunir el enviado de Dios.
Jesús está falto de ese luminoso atractivo que, de otro modo, le envolvería gloriosamente si fuera él el medías. No les interesa un simple ser humano, mientras Jesús lo es en grado tal, que va a morir de un día para otro y se dedica además a humanizar bondadosamente el corazón humano. Es explicable, entonces, que muchos no le hayan identificado aún ni le puedan identificar.
Su suerte está echada.
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