viernes, 15 de abril de 2011

Empapados de Cristo

Jesús alienta entre dos fuegos, el de los que creen defender a Dios con piedras en las manos y quienes encuentran a Dios en Jesús. Los unos son capaces de conciliar en su corazón el odio más ancestral a quien ignoran y  el celo por sus creencias.  Jesús no entiende que sus buenas obras no le garanticen ni un adarme de respeto, les pregunta con una pizca de amarga y resignada ironía: ¿Por cuál de mis buenas obras tratáis de apedrearme?
No le faltarán nunca a Jesús quienes, arrimados a él, recojan sus palabras una a una con exquisito cuidado, como gorrión que picotea mínimas semillas dispersas, a semejanza de la lluvia en la superficie del agua.
Hay que empaparse de Cristo; estar prietamente con él para que él esté con nosotros. Que las piedras que a él le amenazan, nos amenacen a nosotros en él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario