Mientras Cleofás y otro personaje anónimo de Emaús dan cuenta en el Cenáculo a los restantes discípulos de lo que les acaba de suceder y de cómo reconocieron al punto a Jesús al partir el pan, él se hace presente de súbito llenando de agitación y temblor la escena. Es la irrupción de la divinidad de Jesús en el corazón rendido de los hombres Y co ellos no acaban de reconocerle, ha de tranquilizarlos él y argumentar con viveza su nueva realidad, para que entrevean su presencia real.
Llamamos perspicacia es la facultad de ver más allá de la simple visión aplicada a la inteligencia. La fe es también perspicaz de otra manera, porque ve más allá de las realidades tangibles, entrevé con certeza lo que no se ve, pero lo vislumbra. No es otro el presentimiento de Juan ante el sepulcro vacío, esa corazonada que le revela la nueva presencia de Cristo resucitado, y la certeza de los dos de Emaús al desvelar el gesto conocido de partir el pan Jesús.
Esa perspicacia de la fe nos permite olfatear la presencia de Dios, cuando la fe ha sido caldeada por el amor, que es donde la fe se templa al fuego
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