Id y evangelizad. Sólo dos palabras llenas de dinamismo con un claro impulso determinante de ponerse ya en marcha. Jesús da por concluida su obra preparatoria con los uyos, y ahora, repletos de su Espíritu, ha de dar comienzo la empresa imparable de la expansión misionera.
En el pasaje evangélico sobre las sucesivas apariciones de Jesús a los suyos, Marcos las reúne como en una rápida recapitulación de todas ellas, para reforzar la urgencia de esa evangelización del mundo que comporta el privilegio de ser testigos de la nueva realidad de Jesús.
No es otro el mensaje que hay que leer entre líneas en todas y cada una de las reapariciones del resucitado, que han venido sucediéndose como instantáneos relumbrones de un relampagueo glorioso: la ineludible obligación de testimoniar que Jesús vive con más intensa luz, y que con su resurrección, nos ha vuelto a poner en las hospitalarias manos de Dios, justificados por su sangre.
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