Es éste uno de los pasajes mas bellos de la escritura evangélica. Su estructura está calcada sobre la de la celebración eucarística. Primeramente, se observa el lugar de encuentro con la palabra; seguidamente, la eucaristía propiamente dicha.
La palabra viva de Jesús ilustra en la fe a ambos discípulos, quienes, dudosos sobre el misterio de la resurrección, no consiguen adivinar que es él mismo quien les está desvelando minuciosamente tan alta verdad. Luego sí. Sentados a la mesa, al partir el pan Jesús con un gesto que les resulta familiar, la fe, que ve en la oscuridad, reconoce al punto su presencia, al tiempo que su figura se desvanece hasta desaparecer.
Cristo está siempre, aunque no lo veamos. Cristo está de muy especial manera y se nos da en la comunión, por más que no le perciban nuestros ojos. Importa avivar la fe mediante la palabra, que ella se basta.
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