miércoles, 21 de diciembre de 2011

Bendita tú que has creído

La presencia de Dios es una presencia siempre gozosa, que es lo que se nos quiere decir con eso de que el niño saltó de gozo en el vientre de Isabel, su madre. También es gozosa la acogida de Isabel a María, que se expresa con la bienaventuranza de la fe. Todo este largo proceso litúrgico de adviento queda embebido de la alegría de cuantos participan de algún modo en los diferentes episodios que nos narran los evangelios de Mateo y Lucas. Se va creando así, día tras día, un ambiente de jubilosa espera, que se acentúa de manera acelerada en la medida que se aproxima el momento de florecer en Belén la gloria de Dios. ¿Cuándo hubo tanto ángel revolando sobre los hombres como en ese tiempo glorioso? Ni los hombres se acercaron tanto los unos a los otros como en estos momentos que la luz envuelve. Y es que nunca nos visitó Dios tantas veces y se nos puso tan a la mano. Valga celebrar que Jesús nos enseñara a ser y a estar alegres siempre, porque gracias a él estamos en las manos gozosas de Dios.


Reflexión: el atardecer
El día, sudoroso, acaba siempre desfalleciendo, en cuyo trance tiene lugar el atardecer. Lo presagian la horizontalidad de la luz solar y el creciente alargamiento de las sombras que árboles y casas proyectan sobre el suelo. Las sombras mismas se erigen en anticipo de la noche. Se le adentran rastreras, furtivas al paisaje, entristeciendo la serenidad de las últimas luces exangües, al declinar ya el día. El atardecer tiene mucho de puente levadizo entre el día y la noche. No pasa de ser un pasadizo por el que huye agotado el día, fatigado del ajetreo diurno y el tráfago ciudadano, al encuentro del merecido descanso. Sabe hasta qué punto es seductora la noche en que se abisma irremediablemente, los ojos ciegos. El haz de nubes arreboladas que en ocasiones lo despiden, es un adiós floral que apunta visos mortuorios.


Rincón poético



LA NIEVE

Dicen que ha nevado

en cumbres lejanas.
Me gusta la nieve
tan leve y tan blanca.

Me gusta ver lentos
los copos caer,
mariposas muertas
de un frío cruel.

Mariposas suben,
mariposas bajan,
mariposas tristes,

mariposas blancas.

Me gusta el paisaje
tan puro, tan tenue,
que el silencio acuna,
que el silencio aduerme.

Es como si el mundo
cambiara de piel
para guarecerse
de lo sucio que es.

La nieve transporta
a un mundo mejor.
Se nota en su hechura
la mano de Dios.

Un capricho tengo
que al corazón hiere;
vestir la blancura
de un copo de nieve.


(De Poemas para andar por casa)

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