lunes, 12 de diciembre de 2011

Jesús en el templo

No deja de ser arriesgado lo que ha hecho Jesús. El templo es el templo de Dios, pero en él mandan los hombres. Jesús actúa llevado del Espíritu de Dios; los hombres, desde el uso de la autoridad que les da el cargo. Lo que Jesús hace no lo entienden los hombres, por más que hace lo que les correspondía hacer a ellos: evitar la conversión del templo en vergonzoso centro de venta y transacciones. Y sucede que los responsables de la santidad del lugar, le piden cuentas por haber volcado las mesas de los cambistas y echado fuera los bueyes en venta. Jesús evita toda confrontación estéril, porque si no le conocen como lo que es, no le entenderán, y si se proclama Hijo de Dios, le tildarán de blasfemo. En tales circunstancias, lo aconsejable es ese quiebro dialéctico, con el que les obliga a callar y a escabullirse confusos.
No se trata de rehuir responsabilidades y compromisos; de poco sirven a nosotros hábiles escapatorias. Si me oculto en lo más profundo del mar, allí estás Tú; si me escabullo por lo más hondo del bosque, allí estás Tú. Vaya donde uno vaya, allí Dios se nos hará el encontradizo. Demos la cara siempre, si no queremos llevar a Dios en los talones.


Reflexión: Una esquela en la puerta de la iglesia


Recuerdo a un compañero de edad provecta que alimentaba la fosca costumbre de leerse todas las esquelas que aparecían en la prensa y gustaba de comentar aquellas que consideraba fallecimientos ocurridos en edad temprana con referencia a la suya-no por cierto-, como quien se cura en salud. De Cela se dice que coleccionaba esquelas llamativas y extrañas, todo lo cual se me antoja como hurgar en la ceniza y auscultar los escondidos latidos del luto. Una esquela es la última sombra oscura de alguien que se fue, el balbuceo remanente de quien alarga la mano pidiendo la limosna de una oración, como quien, naufragando, reclama desasosegado un salvavidas. Las esquelas son tristes, de una tristeza fúnebre enmarcada en negro, de la que no escapan ni las coronas mortuorias, por muy vistosas que resulten sus flores y dorados los lazos de las rozagantes cintas que las ciñen. RIP.

Rincón poético

ALGO ME DICE

Algo me dice que este frío

que por viejas rendijas
sabe entrar en el alma,
tiene los dedos congelados.
como el amor cuando se va de casa.
Es un frío interior, rota la cerca
que protegía y me abrigaba.


Algo me dice que no vive
quien tiene muertas y enterradas

en los eriales del olvido,
como en barbecho, las palabras.
Mas, ¿cómo entonces en mi agenda
conservo vivas las que tú me hablabas?


Algo me dice que he tapiado
la recia puerta de mi casa
de tal manera, que ni se oyen

los graves gritos de la aldaba.
No estoy, no vivo, ya ni sé en qué vaso
puse las llaves de mi casa.

De pronto oigo una voz perturbadora
como herida que sangra.

Algo me dice que eres tú.

Sé distinguir la voz con que me llamas,
porque conozco la insistencia
con que repites tu llamada,
y es sólo tuya la vehemencia

con que pronuncias tus proclamas.


Algo me dice que no estoy contigo
donde antes tu conmigo siempre estabas.
Todo lo soy por bueno
si es cierto que las cosas cambian.
En la ceniza de mis manos
arden de nuevo mis antiguas ascuas.

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