martes, 27 de diciembre de 2011

San Juan

En tres días sucesivos la Iglesia nos resume todo el recorrido del año litúrgico en otras tantas etapas: el nacimiento de Jesús, la redención a la que une su sangre Esteban y la resurrección. Y en este tramo final, al borde del sepulcro, dos personajes: la del primado que personaliza Pedro y la del discípulo amado. El uno entraña las responsabilidades de la Iglesia, y el otro el espíritu animador de la comunidad mediante el amor.
Es Juan mismo quien nos da a conocer el papel de Pedro y el suyo. Juan, más joven, llega antes que Pedro al sepulcro al sepulcro y se detiene para que quien representa el primado de la Iglesia pase primero. Juan no necesita demasiado para adivinar a Cristo: ve el sepulcro vacío y creyó de inmediato. Huelgan las explicaciones.
Nos enseña que hay maneras diferentes de acercarse a Jesús: desde la simple curiosidad, con el corazón vacío de Dios, desde la responsabilidad, que hace pensar, y llevando a Dios como una lámpara en su corazón. El primero encontrará literatura y poco más: el sentido oscuro de la verdad queda oculto; el segundo ha de sopesar los hechos ante de decidirse, el tercero descubre la presencia de Dios en el rumor de sus palabras, porque el amor le ilumina el camino que conduce hasta la verdad, a veces muy oculta.
El camino más recto y seguro para hallar a Dios es el amor. Quien ama, huele la presencia de Dios. Quien desconoce los caminos del amor, necesita argumentos y raciocinios. El sepulcro estaba vacío para los ojos; pero el amor sabe atisbar y leer donde los ojos no ven nada.


Refelxión: No hay diablo bueno

No quepa a nadie la menor duda de que la experiencia es sabia. Se dice por eso que el diablo sabe más por viejo que por diablo. El diablo sabe mucho. Fue él quien inventó la malicia y la necedad, de modo que la necedad absoluta consiste precisamente en ponerle una vela a Dios y otra al diablo. Insisto que el diablo sabe mucho, diplomado en malignas travesuras. Hay una cosa, con todo, que el diablo ignora olímpicamente, la bondad. No hay diablo bueno.


Rincón poético


EL EVANGELIO DE JUAN

Quien quiera saberse
de memoria a Dios,
que lea las cosas
que Juan escribió.

Vivió de él tan cerca,
que su pan comió
de sus mismas manos,
como oveja que cuida el pastor.

Y escribió embebido
de celo y de amor,
como la gacela
que una flecha hirió

Me gusta este libro
que Juan escribió.
¿Quién mejor que Juan?
¿Quién otro mejor?

Creo que el tintero
que su pluma usó,
fue la misma sangre
de su corazón.

Proclama que Cristo
es Hijo de Dios,
y que un puñal impío
fue el que le mató.

La luz de los cielos
le resucitó.
Y nació una cruz
del charco que en tierra dejó.
Lo vio Magdalena, lo ven
entrando a Emaús otros dos,
lo aclama el Cenáculo
de nuevo investido de Dios.
Me gusta este libro
que Juan escribió.


(De Poemas para andar por casa)

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