viernes, 2 de diciembre de 2011

Los dos ciegos

El pasaje evangélico de los dos ciegos se instala en el sentido del adviento, porque acuden a Jesús proclamándolo Hijo de David, el que ha de venir, como auguran los profetas. Los dos se desgañitan, tras de Jesús, que, de momento, no les atiende, como si se hiciera de rogar. Quiere saber primero hasta qué punto creen en su palabra. De hecho, las preguntas de Jesús, tienden a abrirles los ojos de la fe, antes de proceder a dejarles ver la luz del día. Esos ciegos se comportan como auténticos modelos de fe y esperanza. Hay primero como una prueba de fe, y ese progreso en la fe irá suscitando en ellos la espera, ese deseo que nace de la fe en quien puede sanarte. Es evidente que quien ruega con empeño, es alguien que está a la espera, en ese encuentro con Dios que es la oración. Quien espera, está viviendo ya y paladeando la gracia aneja al futuro, y nuestro futuro es Cristo. No basta con creer y esperar. Es necesario también expresar esa situación, es necesario orar.

Reflexión: Las estrellas

Las estrellas, brillando nítidas e innumerables en un cielo limpiamente obscuro, han enajenado a místicos y poetas. Los místicos, embobados, alaban la admirable grandeza de Dios, los poetas, entusiastas, han cantado su espectacular belleza. Las estrellas han estado siempre en el imaginario del hombre. Sirvieron como referencia innumerable para hacer comprender a Abrahán la copiosa descendencia que dejaría tras de sí. Una estrella fugaz marcó a unos sabios el camino que conducía a Belén, y han surcado los cielos para que lo hicieran sin errar los marinos de todas las épocas. Sólo la frivolidad cinematográfica dio en llamar figuradamente estrellas a actores y actrices de sobresaliente interpretación que brillaron, es un decir, en la pantalla grande del cinema. No dejan de ser también estrellas fugaces. Partiendo de aquí, la publicidad ha multiplicado las productivas estrellas de mercancías al uso, hasta abarrotar el lenguaje estelar, envileciendo poco a poco la excelsitud de las estrellas verdaderas, en la misma medida que nos las ponen al alcance de la mano en unas cervezas o en los calificativos de hoteles, hostales y mesones .

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