Se nos dice que esta visita del Ángel a María ocurre seis meses después de la de Zacarías. Un modo indirecto de comunicarnos que Juan va por delante de Jesús en el tiempo, porque es el precursor. La angelofanía de la Virgen, con ser paralela a la de Zacarías, tiene un motivo, contenidos y reacciones distintas. El motivo el nacimiento de Jesús; el contenido, es el anuncio de que el Espíritu divino se cernerá sobre ella como una lluvia fértil, fecundándola. Las reacciones son también características: María quiere saber cómo ocurrirá lo que parece imposible, pero no duda, como Zacarías, sino que presta toda su aprobación al proyecto divino que la implica como Madre del Mesías prometido. María se fía de Dios y el ángel la felicita. Zacarías sale del templo mudo. La nota común de ambos anuncios es la alegría. A Zacarías se le anuncia: Te llenarás de gozo y de alegría. En el nacimiento de Cristo los ángeles cantan rebosantes de gozo. Esa es nuestra suerte, la de tener a un Dios que pone su amor en los hombres y nos enseña a amar como sólo él sabe hacerlo. Demos gracias a Dios.
Reflexión: El amanecer
Retirada la noche a su reino de sombras, el amanecer se alza desplegando el país de su abanico con un derroche de luz primeriza, de clarificadora luz, mientras destierra la confusa configuración de una noche que todo lo borra. Su modo de estar carece de estabilidad, en un proceso transitorio ante la oscuridad de la noche y la esplendidez meridiana del día. Un tránsito que va descorriendo la luz desde el color encarnado al leonado limpio y transparente sobre la línea espectacular del horizonte. Hora maneana lo llamaban los latinos, momento matinal, y es que en su duración escasea el tiempo, como en todo lo exquisito, la perfección de la rosa, el destello momentáneo de unos ojos bellos, la sensación deliciosa de la caricia y el beso. ¿No será la eternidad un bello amanecer estratificado que nunca acaba?
Rincón poético
TUVE MIEDO
Te tuve miedo, mi Señor,
te tuve miedo cuando no sabía
quién eras tú. Le tuve miedo
a la solemnidad de tu presencia.
No sabía muy bien quién eras tú.
Señor, no te sabía.
Te sé muy poco todavía
y acaso no sabré nunca del todo
el oscuro misterio que te envuelve.
Pero sé que tu amor incomprendido
no tiene cerca ni medida;
que eres capaz de malgastarla a cambio
de que la vivan otros;
que no te duele tributar a Dios
con tu sangre, si salvas
así del cieno el corazón del mundo.
He aprendido que gozas
de nuestra compañía
y que de nuestro barro fementido
te hiciste loza frágil.
¿Cómo puede temerte
quien sabe hasta qué punto
te hace dichoso nuestra cercanía?
Tenme cerca. Señor, que de otro modo
no sé, mi Dios, cómo vivir podría.
(De Poemas para andar por casa)
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