jueves, 22 de diciembre de 2011

El magnificat

El magnificat, posible refundición lucana de un texto previo, es una alabanza a Dios de la Virgen María, en rendida acción de gracias, en cuanto vislumbra, desde un sentido espiritual de la liberación evangélica de nuestra condición caída, los efectos redentores en la recreación de una nueva humanidad, en solidaridad de todos los hombres entre sí. Alguien ha resumido el contenido del himno diciendo que en él aparece Dios tomando partido por los pobres, desde el trono de su trascendencia, para extender, a todos, los beneficios de su obra. Viene a ser entonces como una promesa de fraternidad sin orillas, en vías de realización por los caminos que traza el Espíritu del Señor, contra todo signo de opresión envilecedora de nuestra condición humana.

Reflexión: Nulla dies sine linea

Para el escritor latino Horacio, el modo más eficaz de progresar en la expresión literaria es imponerse el quehacer habitual de no dejar pasar un solo día sin dejar der escribir algo: Nulla dies sine linea, decía él, experimentado literato, persuadido de lo certero del consejo.
No sólo no dudo yo de la eficiencia aneja a este procedimiento educativo, sino que si tuviera que aconsejar a alguien el modo más a mano de ejercitarse provechosamente en la expresión escrita, con ánimo de impulsarlo a progresar hacia la perfección y llegar a configurar un estilo propio, no variaría ni un ápice lo que Horacio dejó escrito en su Carta a los hermanos Pisones. Puedo decir, al menos, que no dejo de practicarlo con asiduidad y espero no desmentir en lo más mínimo al famoso autor latino. La constancia es todo el respaldo que se necesita en cualquier quehacer para llegar a buen puerto.


Rincón poético

COMO LA BRISA

Dios, cuando se acerca

al hombre, procede
con paso callado,
silenciosamente.

Dios no es proceloso
como hay quien opina.
Llega a ti despacio,
llega de puntillas.


Ni en el terremoto
ni en el huracán

reconoció Elías
a Dios, al pasar.


Adivinó al punto
Elías a Dios,
en la brisa tenue
que ante él discurrió.

Dios nos nace humilde,
como el cervatillo
que busca una fuente
temeroso y tímido.


Dios nos llega a gatas,
riendo y llorando
como el Niño que es.

¡Salid a encontrarlo!


(De Poemas para andar por casa)

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