jueves, 15 de diciembre de 2011

El elogio de Juan

Jesús hace un encendido elogio de Juan y ratifica que su misión consistía en preparar el camino del mesías, lo que provoca el entusiasmo de cuantos habían recibido el bautismo de sus manos. Y hay una salvedad: los fariseos y los maestros de la ley se cuidan de aplaudir a Juan; le reprueban; y esa reprobación frusta el designio de Dios sobre ellos. Lo grave consiste en que esté labrando su perdición justamente la clase religiosa y sacerdotal a quien corresponde desbrozar el camino que va a Dios. Tiene embotado ese sexto sentido espiritual que lo presiente y vislumbra en la palabra mensajera que lo anuncia. Jesús denuncia valiente y oportunamente el riesgo que están afrontando.

Reflexión: La llave y sus secretos

A menudo la adversidad y el peligro aguzan su ingenio para subvenir a posibles desafueros con oportunas soluciones que nos sacan de aprietos y compromisos. Así debió de aparecer la llave. La llave la inventa la inseguridad que necesita la casa contra intrusos y amantes de apropiaciones indebidas, dado que no siempre es la inocente buena voluntad la que llama a la puerta. Evitar que manos hábiles aligeren de pertenencias el hogar que nos cobija, desembocó en urgencias de reforzar el recinto que solemos habitar. Los moriscos, cuando emprendieron el exilio que imaginaban no definitivo, entre sus enseres, se llevaron confiados las llaves de sus casas. Era como un seguro en caso de tener que dilucidar la pertenencia del propio hogar. La llave está en el secreto de muchos misterios. Tal vez por eso es un objeto intransferible. Están en la trastienda de muchos asuntos. Tienen acceso a sucesos que no llegarán a conocer los mortales. No dirán nunca nada. Nada ven; algunas tienen un ojo, pero está vacío. Valdría la pena obtener las memorias escritas de una llave, como las hay de un vagón de ferrocarril.

Rincón poético

EL FARO

Al faro le desvela
la noche; él es la noche
misma con una estrella intermitente
cuya mirada escrutadora
rebaña el horizonte.

Avisa sin palabras
su existencia a lo lejos.
Apenas sabe hablar.
Su escasa ortografía
conoce solamente
la intermitencia reposada
de un rosario de puntos suspensivos,
que remeda exaltado
pulsaciones pautadas
de un corazón.

Al alba, ciegamente
cierra sus ojos, avezados
a contemplar estrellas. Le releva
la ofuscadora claridad del día.

Así el insomnio de cansados ojos
que no sabe dormir. Tiene en la frente
un faro deslumbrante que no cesa,
febril y vigilante, en una orilla
que el mar fatiga infatigablemente
.

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