jueves, 29 de diciembre de 2011

La purificación

La Sagrada Familia cumple con lo establecido en la ley.
Jesús, siendo Dios, tiene que convertirse en casi nada; tiene que experimentar todas las limitaciones del hombre, hasta anonadarse. Una nada infinita, si se tiene como referencia el hecho de que ser Dios, y que esa naturaleza divina no es algo que se ha dejado en casa del Padre, sino que forma parte de su ser.
Así es como hay que vivir entonces los halagos del prestigio, sin aceptar privilegios, y sí las servidumbres sin gloria. No hay nada que delate la divinidad del Niño.
El anciano Simeón, lleno del Espíritu Santo, pronostica el dolor redentor que han de sufrir el niño y su Madre María, ya desde aquí, aludiendo al misterio de la muerte de Dios hecho hombre.
Fueron muchos los que veían a Jesús, pero sólo un anciano que lleva a Dios en el corazón lo adivina y lo encuentra. Como hoy, como siempre. Algo falla en nuestra manera de descifrar los signos que Dios nos envía, si no acertamos de apartar humo de las pajas que nos empaña los ojos.


Rincón poético


SI EL AMOR NO CONOCIERA

Si el amor no conociera
que hab
ita en el corazón,
habría que recordarle
el día que lo encendió.
Amor no tiene pasado;
el presente es su mansión:
convierte en ceniza todo
lo que arrasa su pasión.

El amor es como un río
de montaña, juguetón.
Tiene grados su ternura
en empinada ascensión
desde la yesca al cariño,
desde el cariño al amor,
y hay incendios que provocan
celos, locura, dolor.

No todos saben amar
al límite del amor.
Se ame mucho o se ame poco,
nunca tuvo contención.
Hay quien se quema de pronto
y hay quien incendia a los dos.
Amar, amar sin medida,
sólo ha sabido amar Dios.

(De Poemas para andar por casa)

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