jueves, 12 de enero de 2012

Curación del leproso

Entre los numerosos milagros obrados por Jesús, uno de los más significativos es éste de curar a un leproso, enfermedad incurable.
El leproso era un enfermo desahuciado y peligroso, que tenía prohibido por la ley acercarse a la gente, ya que su trato producía impureza.
Dado que curar enfermedades era un cometido del Reino, cuando Jesús sana a un leproso, el amor que él personifica está triunfando sobre el mal, como con la expulsión diabólica, y la curación, mañana, del paralítico.
Con todo, no son prodigios lo que necesita el mundo actual, sino que el Reino de su amor se extienda por toda la tierra y cunda en el corazón humano.


Reflexión: El silencio de las campanas

La historia del uso de las campanas para llamar al hombre, se pierde en el tiempo. Fue siempre un objeto sagrado con el que se convocó a los fieles a las celebraciones religiosas en el templo, desde Europa a Japón. Para nuestros antepasados, hubiera resultado inconcebible que alguien pretendiera acallar el alto lenguaje de las campanas. Hubo casos de intolerable profanación, como la de apropiarse y trasladar los musulmanes las de Santiago, en plena confrontación bélica y a pesar de su colosal tamaño, a Córdoba, para convertirlas en luminarias de la mezquita. Y hay obras literarias señeras, como la Celestina, donde el reloj anejo a las mismas, sirve para señalar sonoramente el tiempo relativo de las horas.
Hoy, cuando todo es posible, alguien de muy dudosa religiosidad a quien molestaba el tañido de las campanas de su pueblo, ha logrado de la justicia que determinada iglesia aminorase la intensidad del sonido sagrado. Es el primer intento en nuestro país de adormecer el tañido de las campanas. Pero todo es empezar.


Rincón poético
LA ESTRELLA DE BELÉN

La estrella que hay en el cielo
sólo de noche se ve.
Tiene una cola muy larga
y amarilla, de papel.
De noche la enciende un ángel;
quien la apaga es san José.

Reyes que vienen de lejos,
no saben decir por qué.
Vienen buscando un pesebre
y a un Niño, que es Dios, en él.
Lo presienten, lo adivinan,
pero no les preguntéis
cómo la luz de una estrella
les dice lo que han de hacer.

-Date prisa, que amanece-,
le dice un rey a otro rey.
Y es que la estrella se apaga
de pronto al amanecer.
De noche la enciende un ángel;
quien la apaga es san José.

(De Poemas para andar por casa)

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