lunes, 30 de enero de 2012

El poseso de Gerasa

Jesús no ha venido al mundo para que viviéramos más cómodamente, sino para enseñarnos el reino de Dios por el camino del bien, que conduce al Padre. Hay por lo tanto dos caminos, el del bien y el del mal. El buen camino conduce al reino de Dios. El mal camino, al reino de la perversidad. El uno es el espacio sagrado del amor y se opone al del mal, que es el territorio de la intransigencia, del fanatismo, del odio.
El exorcismo con que Jesús libra de sus ataduras a los posesos, representa la magnitud del poder de Dios que opone los remedios de su santidad a la postración del mal.
La buenas obras nos santifican. Buenas obras son las que se ajustan a la divina voluntad, frente a las que quebrantan sus deseos.


Reflexión: Arrecia el frío


Arrecia el frío. Es el tema de conversación de unos y otros en el mercado, en el colegio, en la tienda de la esquina. Y es que hace frío de verdad, ese frío titiritero que se te entra por los huesos y entorpece el esfuerzo y la actividad.
Este año el frío es intermitente y elástico. Se nos acerca y se aleja para volver más tarde, de día o de noche. No tiene horas. El frío arrecia últimamente con temperaturas infrecuentes. Lo declaran con su oscuro lenguaje las chimeneas que en mayor número ensucian el aire; la gente restregándose las manos con cierto frenesí, encogida y embozada con la clásica bufanda. Y hay otros signos: aumenta la clientela de las cafeterías, los coches echan vaho por el tubo de escape y el cielo no se quita la entalamadura arriera que le han puesto encima.
Es triste el invierno . Adormece la sabia de los árboles como anestesiándolos y blanquea con su mano fría las cumbres lejanas de los montes. Sólo la lluvia, días pasados, de noche, ilustraba con sus espejismos la estampa ciudadana en los charcos, esos espejos sucios de todas las calles.


Rincón poético

SÉ DÓNDE VIVES

Sé cómo ir hasta ti; sé donde vives.
Tus pisadas me indican el camino.
No me puedo perder, cuando la forma
se seguirte me la enseñas tú mismo.
A tentones, la fe sabe advertirte
con su sexto sentido.
Creo en ti de tal modo,
que a ciegas te presiento y adivino.
Y en todo caso, a oscuras,
me hablan de ti la luna, el viento, el río;
o me puedo perder cuando pronuncia
tu nombre su sonido.
La misma noche tiene estrellas
palpitando en los cielos infinitos,
y me dicen por dónde
has pasado ahora mismo.
Sé cómo ir hacia ti, sé dónde vives.
Tú ve delante; yo te sigo.

(De Invitación al gozo)

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