Jesús, desde el equilibrio y el buen sentido, quiere hacer ver que el sábado responde a la necesidad humana del descanso, y que se trata, por tanto de una norma en favor del hombre, no contra el hombre ni en menoscabo de otras necesidades del hombre más perentorias que el mismo descanso, como es alimentarse o curar a un enfermo.
Si esa ley va en detrimento de las necesidades del hombre, es inhumana, está en su contra y no es de Dios. La ley debe expresarse desde el equilibrio y para el equilibrio humano.
Respetemos el descanso dominical, que es el nuestro, pero no recetemos normas que atenten contra el sentido común y la honesta vida del hombre. Y aprendamos de Jesús, siempre prudente y sensato, el buen sentido y justa medida en todo comportamiento.
Reflexión: Mudanzas
Hay quienes, por su profesión, han de mudar de casa y destino, con más o menos frecuencia, lo que conlleva mudar también de hábitos, de convivencia, de la compañía de unos por otros amigos. Y es que la vida misma es un vaivén continuo, para veleidosos y para los que ese trasiego no les acomoda demasiado. Jesús enseñaba que ante todo hay que mudar de mentalidad, mediante la conversión a Dios del corazón. Mudarse es un fenómeno natural: mudan de plumón los polluelos, muda de piel la serpiente, de continentes la golondrina, muda el invierno de hojas caducas al árbol. El hombre primitivo, inestable y mudadizo, en sus migraciones mudaba de estancia de una región a otra. En cierto sentido, mudarse es rejuvenecerse, volver a empezar, como la primavera, como la lotería, como el embarazo.
En el hombre, la mudanza tiene sus incomodidades y desgarros sentimentales, pero somos animales de costumbres y acabamos siempre por ajustarnos a las nuevas circunstancias del nuevo entorno que nos acoge. San Francisco decía que somos peregrinos en este mundo, en constante mudanza, hacia un santuario definitivo cuyas puertas abre Dios, en quien y donde no cabe mudanza.
Rincón poético
DESDE SIEMPRE Y POR SIEMPRE
Dios era Dios,
cuando aún
no había nacido yo.
Es tirar piedras al propio
tejado negar a Dios.
No habías nacido aún
y él ya era tu constructor.
Dios era Dios
cuando aún
no había nacido yo.
Dios es amor. Quien no sepa
amar noblemente a Dios,
que examine si no es necio
negarse sin ton ni son.
Dios era Dios
cuando aún
no había nacido yo.
Hay una vela encendida
dentro de tu corazón
y otra más, siempre apagada,
que no da luz ni calor.
Dios era Dios
cuando aún
no había nacido yo.
Analiza en tu conciencia
quién te dice que no hay Dios
y quién te dice que sí.
Saca bien la conclusión.
Dios era Dios
cuando aún
no estábamos tú ni yo.
(De Poemas para andar por casa)
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