sábado, 28 de enero de 2012

La tempestad

El embudo en que se hunde el mar de Galilea, y los vientos encontrados del Mediterráneo y el desierto arábico, arman las conocidas tormentas de ese mar interior, que mide 24 por 12 kilómetros.
En el episodio evangélico, mientras la tempestad azota la barca hasta hacerse ingobernable, Jesús duerme en un rincón ajeno al pánico de sus discípulos. Le despiertan y le piden que haga algo. Jesús calma el mar revuelto, pero no sin dejar sin reprender en ellos la poca fe de que dan muestra. ¡Hombres de poca fe!, se lamenta.
El miedo no deja ver la realidad tal como es. Ellos no acaban de percibir que estando con Jesús, no hay riesgo que él no sea capaz de conjurar. Ellos mismos, investidos con la fuerza que da la fe, hubieran sido capaces, cuanto menos, de allanar el miedo. La fe lo puede todo, viene a decirles Jesús con su reproche. Pero la fe no puede limitarse a una confesión feliz; ha de ser una vivencia. Sólo quien vive firmemente la fe, es capaz de parecerse a Jesús y obrar, hasta cierto punto, de semejante manera a como obra él.


Reflexión: Caramelos sin azúcar

Los diabéticos que se resisten a prescindir de la dulzura azucarada del caramelo, y los que siguen dietas pobres contra la obesidad, han dado con la medida exacta de sus halagos, gracias al invento del caramelo sin azúcar, que es como saborear un pernil sin jamón.
Un caramelo sin azúcar es una degradación del término que lo designa. Parece ser que en la antigüedad, el dulzor de semejante golosina lo proporcionaba la caña de azúcar. De hecho, caramelo proviene, en latín, de la palabra caña, cálamus, en diminutivo, calamellus. El caramelo de azúcar no desmiente tan imperial origen.
Los dulces de hoy día, sin azúcar, son sucedáneos de aquellas exquisiteces de antaño. Suenan a lápiz sin mina de grafito, coche sin ruedas de goma, libro sin páginas donde leer, huérfanos de biblioteca y oscuro polvo sagrado.
Yo prefiero los caramelos de azúcar, pero......


Rincón poético

NO ES DIOS

Dios no es Dios
si no es amor.

No es buen dios el dios que mata.
Si él nos hizo, ¿cómo no
ha de amar al barro humano
que su mano modeló?
No es buen Dios.

Hay dioses que cierta mano
hizo, sin la precaución
de no hacer un dios sangriento
de hojalata o de cartón.
Dios no es Dios
si no es amor.

Decidle a ese dios que aprenda
a ser como es nuestro Dios.
Decidle que no está vivo
si no tiene corazón.

No sigáis a un dios que mata,
hechura de perversión.
Dios no es Dios
si no es amor.

(De Invitación al gozo)

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