domingo, 1 de enero de 2012

Santa María, Madre de Dios


Los evangelios no se propusieron hacer una historia exhaustiva de la vida de Jesús. Juan evangelista, al final de su evangelio, nos dice que si hubiera intentado poner por escrito todo lo que dijo e hizo Jesús, los libros resultantes no cabrían en lugar alguno.
Marcos resume la enseñanza de Jesús anticipándose a los demás evangelistas. Lucas, como Mateo, añade, además, otros hechos y dichos que no habían entrado en el propósito evangélico de Marcos, como los evangelios relativos a la infancia de Jesús.
En los primeros momentos de la comunidad cristiana, importa ante todo dilucidar si Jesús era el Cristo. María y José quedan en un segundo plano. Lucas nos ha dejado un relato para cristianos interesados ya en conocer el origen de Jesús y su infancia. Investigar sobre todo lo escrito hasta entonces sobre Jesús, y recoger de la tradición oral todo cuanto pudo, le permitió dar a su evangelio una amplitud que no tenía el de Marcos. Es así como nos habla de María. Nadie como él nos ha transmitido datos sobre ella, que de otro modo hubieran quedado en la oscuridad.
Lucas pertenece a la segunda generación de cristianos. La primera conoció a Jesús; Lucas no. Gracias a él, sabemos lo suficiente sobre el proceso de la maternidad de María. Es él quien nos dice, por ejemplo, que cuando los pastores le comunican que vienen a adorar al niño por inspiración angélica, María iba recopilando y meditando todas estas cosas relativas a Jesús y las guardaba en su corazón. Para María, su hijo no deja de ser un misterio, un misterio divino, porque su hijo es Dios, y le importa saber cuanto pueda sobre él,
Dios se le revelaba a María progresivamente, poco a poco, como había ocurrido en la revelación de las Escrituras, como ocurre con sus discípulos, que empiezan a creer en las bodas de Caná, que le reconocen como mesías por sus signos, y le descubren Hijo de Dios con el tiempo; como ocurre con cada uno de nosotros, que vamos profundizando en las verdades de fe, en la medida que las vamos conociendo y viviendo, sobre todo viviendo, que es lo que hace María: vivir la historia de su Hijo, que es su propia historia. Es una de sus mayores gracias, vivir la fe en Jesús, como la fe en su propio hijo, un don del que nadie ha disfrutado jamás.


Reflexión: Las gafas nuestras de cada día

Los adelantos que fundan nuestro bienestar imponen también sus correspondientes tributos. Las lentes vienen siendo desde antiguo un recurso óptico que corrige nuestros defectos de visión y nos permiten ver bien y leer con comodidad. Ya las usaba Quevedo. Sólo que unas lentes engastadas en unas gafas se convierten en una limitación, como es tener que soportar sus monturas sobre el perfil de la nariz, cuando lo óptimo sería poder prescindir de tal adminículo, sin recurrir al otro procedimiento engorroso de las lentes de contacto o lentillas, sustitutivas de las gafas. Y de pronto me entero por los medios de comunicación que está de moda entre los jóvenes y menos jóvenes, usarlas muy visibles y vistosas, incluso sin lentes, vacías, como un recurso más de atractivo personal. Las gafas se convierten entonces, por mor de la moda, en un aditamento de belleza juvenil, como si no lo fuera ya el mismo hecho simplicísimo e insustituible de ser joven.
Admitamos que el buen gusto aligere sus hechuras y embellezca con gratos diseños. Pero sucede además que la moda constituye por sí misma una de las esclavitudes voluntarias a que se somete el ser humano, ganoso de atractivo y actualidad. Tanto, que, anestesiados por ella, a menudo se llega a la ridiculez con aparente normalidad. Es la droga que conduce a la falsa ilusión de sobresalir por encima de los demás. Mueve la moda una poderosa industria que impone sus caprichosos diseños al imperioso afán de novedad y estar al día. Olvidamos con demasiada frecuencia que la libertad es un bien exclusivo del ser humano y que renunciar a ella es renunciar a ser cabalmente.


Rincón poético


VILLANCICO DEL BORRICO Y EL BUEY

En Belén José y María
tienen un Niño en los brazos
y hay un borrico y un buey
que no saben qué ha pasado.

Ángeles suben y bajan
por una escalera de oro,
y le cantan gloria a Dios
y paz a todos nosotros.

Sabios le traen una estrella
al Niño recién nacido.
María sonríe a todo
y José está sorprendido.

Un pastor trae una oveja,
lleva otro un cordero al hombro.
Y hay un borrico y un buey
que no salen de su asombro.

(De Poemas para andar por casa)

No hay comentarios:

Publicar un comentario