martes, 31 de enero de 2012

La hija de Jairo

Dicen que la grandeza de una confesión religiosa se mide por su actitud ante la muerte. Nuestra actitud cristiana ante la muerte hunde sus raíces en nuestra fe en Cristo resucitado: Mi vida en Cristo, como su palabra, no tiene fin. Creer, ante la muerte, es mirarle con esperanza los ojos a Dios, seguros de que más allá de nosotros mismos, nos espera con los brazos abiertos la grandeza de su amor, como una ventana a la eternidad, dando contenido a nuestra esperanza.
Los contemporáneos de Jesús sabían por las Sagradas Escrituras, que creer y esperar son dos caras de una misma realidad, y lo expresaban con una misma palabra. Se espera desde la fe en Dios; se cree desde la esperanza que da sentido a nuestra vida.
Jesús decía de la hija de Jairo, entre las risotadas de los incrédulos, que no había muerto, que simplemente dormía. El sueño es la metáfora con que los cristianos pensamos la muerte, porque sabemos que quien muere con Cristo, la muerte no le destruye la vida, sino que la renueva y resucita. El gusano de seda, embalsamado en su capullo blanco, no ha muerto, duerme, y volverá a la vida convertido en mariposa.
Que Jesús nos acompañe siempre desde la esperanza que nos inspira la fe en sus palabras.


Rerflexión: El falso plátano

En la plaza hay un falso plátano muy añoso, de amplia copa y grueso tronco entre amarronado y amarillento, cuya sombra cobija a un banco y a unos ancianos que, en verano, suelen acogerse a su frescor. Eso de falso plátano no hay por dónde cogerlo. De plátano no tiene nada; ni hojas ni fruto ni tronco ni nada. Quizás por eso le tildan de falso.
En otoño, cambia el verdor de su fronda por otra coloración parduzca un tanto enfermiza, y el látigo del frenético del viento, como un arriero embrutecido, despoja al árbol, arrebatándole sus amplias hojas palmeadas y esparciéndolas por tejados, terrazas y calles adyacentes.
A diferencia de la olma castellana que congregaba al concejo, en la plaza, para regir el pueblo, el venerable árbol no quiso nunca rozar problemática alguna. Eso la ha salvado de la animosidad irrespetuosa contra tantas cosas dignas. Ahí está jubilado, silencioso durante todo el invierno como quien descansa. En primavera, restañadas las heridas del cansancio, cuando vuelva a investirse de vida verde y hojas nuevas, los viejos se arrimarán de nuevo a su ancha sombra.


Rincón poético

DE MIS SOLEDADES VENGO

Si tú no estás, Señor, mis soledades
se quedan tan vacías,
que no acierto a poblar el desamparo
que tu desdén mi inspira.
Te necesito como nube el viento,
como el cielo la estrella donde brilla.
Lluévame tu palabra hasta que cale
en la reseca arena de mi herida,
lluévame torrencial, impetuoso,
nuevamente el amor que me predicas
en la tierra apenada
de esta desolación casi infinita.

Si tú no estás, no acierto a ver la luz
esplendorosa en que antes te veía,
cuando al amanecer, entre el boscaje
de la noche, a tentones, nace el día.
Si tú no estás, no acierto a ver las huellas
con que tus pasos predecían
hasta qué punto tu camino exacto
me encaminaba a tu presencia pía.
Si tu no estás, Señor, si tú no estás,
no sabes, no adivinas,
la destemplanza de mis soledades
cuánto te necesita.

(De Invitación al gozo)

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