martes, 3 de enero de 2012

Juan presenta a Jesús como el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Para los judíos, esta manera de hablar resultaba corriente. Ellos sacrificaban corderos para obtener el perdón de sus pecados. La gran fiesta para esta práctica era la Pascua. Esa es la identidad salvadora de Jesús: el Cordero sin mancha ni fractura que será sacrificado para salvar al mundo de su enemistad de Dios; a cuyo fin, cargará con la totalidad de los pecados del mundo.
Debajo de su apariencia de hombre corriente y moliente, el hijo del carpintero, se esconde su calidad divina, no visible para la gente, pero sí para quien se deja inspirar por el Espíritu. Es el Hijo de Dios entregado como Cordero propiciatorio, que nos salva.
Así como en el bautismo el catecúmeno se sumergía en el agua, es el Espíritu en quien debemos sumergirnos desde la fe, de modo que el Espíritu nos penetre y nos desborde, como la esponja que en el mar queda embebida y desabordada por ese agua.


Reflexión: Dibujos ilustrativos

El número de dibujos con que se ilustran temas religiosos en libros, prensa y otros medios, como los que inspira estos días el nacimiento de Jesús en Belén, crece año tras año y es inimaginable la cifra de los que se editan a lo largo del año. Delatan con frecuencia la mano experta del dibujante, según los variados estilos artísticos con que se conciben y realizan. Los hay que manifiestan una buena formación religiosa del dibujante que avala la buena ley del mensaje comunicado por medio de tales ilustraciones, los hay amables y amenos, y no por el reducido espacio de la obra artística dejan de hablarnos de Dios y sus misterios con altura de miras y entrañables maneras. No dejemos de aplaudir la labor evangélica que llevan a cabo estos artistas de lo pequeño. Pequeño se hizo Dios en Belén.

Rincón poético

DIOS ES AMOR

¿Quién extraña que unas rosas
de aroma casi divino
resulten tan primorosas?
Dios hizo todas las cosas
con primor.
¡Hay que amar a Dios sin tino!

Dios es amor
y nos ama con locura.
Se entiende que, en conclusión,
en todo tiempo procura
cambiar nuestra condición
poniéndose a nuestra altura.
¡Hay que amar a Dios sin tino!

Dios mismo ha unido su sino
al nuestro, de tal manera,
que aunque quiera
no puede dejar de amarnos.
¡Hay que amar a Dios sin tino!

Si Dios es amor, opino
que es un grave desatino
pensar que pueda olvidarnos.
Así nos enseña a darnos.
¡Hay que amar a Dios sin tino!

(De Poemas para andar por casa)

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