domingo, 22 de enero de 2012

Las primeras palabras

Es ésta la primera vez que vemos predicar a Jesús, en un momento clave en que hay que proclamar que ha llegado el Reino de Dios y que ese Reino tan largamente esperado requiere de nosotros una pronta acogida, ya que comporta un programa renovador de singular trascendencia. Es como el enunciado general de todo el evangelio.
Hasta entonces se había vivido a expensas de la esperanza en el cumplimiento de las promesas sobre la llegada del mesías y su Reino; Jesús anuncia ya que ese plazo se ha cumplido. Una noticia que implica la conversión a Dios de cuantos han esperado con ansia este momento, lo que lleva a un cambio en el modo de pensar y en el modo de estar en el mundo.
Sus discípulos verán de otro modo la realidad inmediata y condicionante que les rodea, para lo que habrán de aprender a estar disponibles para todo. Dejan redes, dejan oficio, dejan familia, ya que ha cambiado en ellos su ser y la vida misma.
El programa de que disponen implica un cambio de mentalidad. Se trata de un curso acelerado de entrega y amor al hombre.


Reflexión: Elogio de la habilidad


Predica la antropología que de la habilidad el hombre dio un salto a la inteligencia no sin cierta parsimonia. Admiro la destreza allí donde se da todavía, por más que la máquina tonta, pero exacta, la va desplazando con ventaja. La artesanía está en baja. ¿Dónde está el matarife de antaño que desangraba al cochino con mano segura entre los bramidos iracundos del animal, lo habría en canal como quien abre un libro de anatomía y lo desguazaba como se desguaza un coche derrengado? ¿Dónde el pendolista que embellecía esa funda externa del lenguaje que es la letra escrita, con tanta pulcritud y belleza de trazo? ¿Qué es del herrero ubicuo que encendía el hierro en la fragua y lo domaba en el yunque para templarlo en agua y empabonarlo en aceite? Queda aún el etnólogo que enhebra mil sabores en el vino, el perfumista que arma sutiles combinaciones de aromas en el frasco de perfume y artistas como el pianista de ágiles dedos, el violinista que injerta el hilo de la melodía en su yugular, el pintor, creador de mundos de color, el poeta que enseña a pensar ensoñaciones al lenguaje, y poco más.
La habilidad inteligente del hombre está en crisis, como todo, y en trance de extinción.


Rincón poético

FUGACIDAD

Pasa el agua del río sin descanso,
suavemente pasa también la brisa,
pasan altas las nubes.
Nunca el tiempo, Señor, fue tan de prisa.

No deja huella el tiempo cuando pasa.
Nosotros la dejamos.
Así, sobre el silencio de la nieve
nuestra impronta al hollarlo.

Cuando la tierra cubra nuestros ojos,
se habrá ido de pronto, descosiendo
proyectos, desangrando mitos,
deshilvanando nuestra vida, el tiempo.

Es una rueda
cuya celeridad tiene sentido:
más allá de la vida, Dios espera;
y están con Él cuantos se han ido.

Acógeme, Señor, cuando me llegue
el turno de ir contigo, y que la brisa
siga empujando nubes y hojas muertas.
¿Qué importa si tú estás
mi Señor, a la vuelta de la esquina?
¿Qué importa, por más que
el tiempo pase y tenga tanta prisa?


Del poemario Invitación al gozo)

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