martes, 21 de febrero de 2012

El mayor y el menor

Es esta una de las escenas que mejor muestran la inconsciencia de unos apóstoles casi indiferentes ante una revelación tan grave y transcendente como el anuncio y sentido de la muerte de Jesús. En su ceguera, no acaban de dar importancia a lo que Jesús les explica, sino que se enredan en discutir frivolidades, como asignarse de antemano, entre ellos, los lugares más eminentse del cielo.
Jesús no duda en hacerles una seria reprensión. Él se ha encarnado humildemente despojándose de su esplendor divino para servir al hombre. Y les desengaña encareciéndoles que sólo sirviendo humildemente a los demás por amor, sólo anonadándose como él, lograrán ser algo junto al Padre. Quien quiera ser primero, que se apresure a ser el último.
Acostumbrados al hombre que era Jesús, no acababan de vislumbrar al Hijo de Dios que su apariencia corporal traslucía.

Reflexión: De pronto...

De pronto los medios periodísticos de comunicación nos informan que el número de cristianos ha crecido notablemente en España. Venimos lamentándonos con incontenible tristeza de que el laicismo imperante y un sector importante de la educación donde el nombre de Dios estorba, ha ido separando de la práctica cristiana incluso a muchos que lo fueron más o menos ejemplarmente en tiempos no tan lejanos. Constatamos que las iglesias se vacían, tal vez sin percatarnos de que la emigración de origen americano juega un tanto a nuestro favor. Y sucede que, en los últimos tiempos, esa línea deja de decaer y empieza a recuperarse. Si sopesamos el dato, es comprensible que muchos estén descubriendo satisfactoriamente la labor social de la Iglesia en favor de los nuevos necesitados que crea el paro y la labor educativa en sus colegios. Es la siega de la obra testimonial cristiana la que cosecha ahora los frutos de su abnegada labor.

Rincón poético

AL PIE DE LA CRUZ

Han crucificado a Dios
los hombres, que a Dios no ven.
No entienden cómo el amor
vence al dejarse vencer,

Nunca antes matara el hombre
al mismo que le ha creado.
Para perpetrarlo inventa
el mayor de los pecados.

Han crucificado a Dios
sin detenerse a pensar
que con las manos clavadas
no les puede perdonar.

Alguien endereza un clavo
que a clavarse se resiste.
No entiende nadie que un clavo
tenga el corazón tan triste.

La Virgen mira a Jesús
y no cesa de llorar.
Jesús aprieta los dientes.
No sé yo quien sufre más.

Y al ir a besar sus pies,
la sangre entinta sus manos.
Tres clavos matan a Dios;
a María, otros tres clavos.

(De Invitación al gozo)

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