La curación de un sordomudo impulsa a la gente que sigue a Jesús a que haga recuento de lo que oye y ve, para concluir que todo lo hace bien. También los apóstoles resumirían el itinerario salvador de Jesús diciendo que todo lo hizo bien.
La Palabra de Jesús capacita a un sordomudo para que recupere la normalidad. Y las primeras palabras entusiastas del sordomudo las dedica a propagar el nombre de Jesús y alabar su bondad.
No haríamos mal nosotros también en reconocer los favores que hemos venido recibiendo de Jesús a lo largo de nuestra vida y propalarlos sin descanso entre la gente. Somos sordomudos a nuestra manera. Callamos cuando debemos hablar y hablamos más de lo que debemos. Que Jesús, que es la palabra salvadora, nos enseñe a hablar con mesura y escucharle a él con asiduidad.
Reflexión: Danos, Señor, el pedazo de humildad de cada día.
El curso de la vida es variadísimo en situaciones cambiantes. Siempre he pensado que hay profesiones ennoblecedoras, como la del catedrático o del médico y otras humildes como la del dependiente de una tienda, el barrendero o el conserje.
Lo cierto es que el trabajo no envilece nunca a nadie que lo ejerza con eficacia. Pero el caso es que ejercer de profesor y acabar siendo conserje, supone un cambio notable en la apreciación social de quien da pasos al parecer tan desiguales. El que esto escribe sonríe ante tales modos de discernimiento y hace de conserje unas horas a la semana a plena satisfacción, olvidado de sus antiguos horarios de profesor. Uno se sabe útil y basta.
Rincón poético
LA SABIDURÍA DEL DIABLO
Los diablos gritan que Cristo
es Hijo de Dios, y anoto
que si están a su favor,
el diablo se ha vuelto loco.
Jesús los manda callar
y es comprensible su enojo:
si él es rey, le tacharán
romanos de sedicioso.
El diablo sabe por viejo
más que por diablo, y me acojo
a que al viejo le hace sabio
la experiencia para todo.
Jesús no viene a ser rey.
Viene a salvarnos a todos.
Su reino no es de este mundo
ni su palabra tampoco.
Su reino es el del amor.
No manda aquí; mandan otros.
Está aquí porque Dios quiso
que nos llevara a Él, tan pronto
como los hombres lo maten.
Y antes de irse, muerto y roto,
vaciará en la cruz su sangre
en rescate por nosotros.
Los diablos tiemblan. Presienten
un fracaso más oscuro
que su ambición. Y Pilato,
superado el alboroto,
se sorprende al advertir
una lágrima en los ojos.
(De Invitación al gozo)
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