martes, 28 de febrero de 2012

Padre nuestro

La Iglesia cuenta con oraciones para todo, pero ninguna admite parangón con la que Jesús nos enseñó para dirigirnos a Dios como Padre. Comprende siete peticiones a quien, por el bautismo, nos acepta como hijos.
Las tres primeras partes ambicionan que Dios mismo establezca un Reino de Dios, donde el mundo a coro dignifique su Creador, digno de toda alabanza. Las otras cuatro se refieren a nosotros mismos, resumiendo nuestras necesidades, y entre ellas, el deseo del pan soberano que es la Eucaristía.
Todo lo que tenemos o aspiramos a tener, son dones de Dios. Entre nuestras necesidades más altas está la de que Dios nos perdone, hijos descarriados que en un momento de cordura, se convierten y deciden volver a su Padre: Me levantaré e iré a la casa de mi Padre, dice el hijo pródigo. ¿Quien no perdonará al modo como Dios nos perdona a nosotros?
Pidámoslo en estos momentos de conversión que es la cuaresma. Me levantare e iré a postrarme, arrepentido de mis infidelidades, a los pies de mi Padre.


Reflexión: Agua y hielo calientes

Disponemos de agua abundante en cantidades tales que no resulta llevadero hacer cálculos fiables. La tenemos ahí, en el espacio, sólo que a 40 millones de kilómetros luz de la reseca Tierra. Hay en esas latitudes un planeta cuya proporción de agua rebasa toda consideración, orbitando, ¡a dos millones de kilómetros de distancia de una estrella enana roja!, según refiere Europa Press.
Su diámetro mide 2,7 veces más que el nuestro, de modo que un transvase desbordado nos inundaría por completo, dejando, digo yo, algún que otro picacho a salvo en el Himalaya o en los Andes, todo lo cual traduce la inmensa cantidad de líquido elemento que lo cubre. Y ya tiene nombre, de esos nombres que recuerdan a los de los presos de un campo de concentración, G31214 b. Irrepetible. Su temperatura tampoco es desechable, ya que alcanza no menos de 230º centígrados, agua hirviendo a borbotones, como para echarse un trago. Dicen que donde hay agua hay vida, aunque sea vida infinitesimal, algo así como quisquillas impalpables. ¿También ahí?
Es lo que da razón de la bruma que envuelve y hace invisible el planeta a los ojos, no a los rayos infrarrojos. En cuanto a la densidad, es lógico que un planeta embebido de agua sea la mitad aproximadamente de la densidad de la Tierra. Y esto es lo curioso: dada su elevada temperatura y las consiguientes presiones, es posible que llegue a formar “hielo caliente”, un producto insólito, desconocido para nosotros. ¡Hielo caliente! Que lo imagine quien pueda.


Rincón poético

AMANECER CREPUSCULAR

El día nace turbio, como un ciego
que ha perdido la luz. Nubes opacas
han entoldado el cielo. Un cielo oscuro
sin estrellas, no es noche, es solamente
un señuelo de luto. E incluso el día
no es día si el invierno ha apagado
su blanca claridad.

Días oscuros
lleva el alma escondidos
en el zaguán de su conciencia,
trastero de la vida.
¿Para qué los recuerdos macerados
como un brebaje en la tristeza?
Hay que quemar
la paja del barbecho. ¿De qué sirve
rescatar hojas muertas
que arrebató el olvido ?
Hasta el otoño más desaliñado
se lleva para siempre,
no sabe nadie a dónde,
la desnudez que malogró sus días.
¿Qué tiempo es éste tan desconcertado?
¿Es un atardecer o son las tibias
luces sin sol que enciende la mañana?

(De Invitación al gozo)

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