jueves, 2 de febrero de 2012

Presentación del Señor

Moisés fue quien estableció que todos los primogénitos, hombres o animales, fueran ofrecidos a Dios, creador de todas las cosas. Los hombres podrían ser rescatados mediante un presente. Jesús, niño como los demás niños, no es una excepción.
Se conmemoraba así la memoria de la resistencia del faraón egipcio a dejar libre al pueblo hebreo, y el castigo con que Dios hirió de muerte a los primogénitos egipcios.
Los padres de Jesús son judíos y han de atenerse a la norma general, sin privilegio alguno, porque ese niño ha de crecer y ser tratado como cualquier otro niño. Y llegados al templo, hay dos personas que adivinan al punto la presencia de Dios en la persona de ese Niño, Simón y Ana.
Sólo quienes viven para Dios, acostumbrados a él, adivinan al instante su presencia. Nadie, sino ellos, sabe quien es ese Niño. Ninguna otra persona sospecha su realidad divina, oculta en la pequeñez de aquel bebé. Y así es Dios siempre. Está como si no estuviera. No se hace notar sino a aquellos que lo llevan en lo hondo de sí mismos, iluminados por la fe y el amor. Es así como Juan llega al sepulcro vacío y creyó al instante; allí no hay nadie, pero él creyó sin más. Los discípulos de Emaús descubren igualmente a Jesús en un gesto eucarístico habitual en él, cuando ya no estaba.
Ojalá nos dé Dios esa misma intuición espiritual de tener para con él los ojos abiertos. La oración es el camino más cierto hacia ese hallazgo, porque nos familiariza con él.


Reflexión:Panaceas sobre el sueño

He leído algo sobre un remedio maravilloso consistente en un procedimiento electrónico capaz de eliminar las pesadillas con que nos atemoriza el sueño y que convierte nuestro descanso en una necesidad placentera y paradora. El hombre aspira con toda licitud a la felicidad, que cada cual pone en lo que le place, según el concepto que tenga de la vida y el tiempo. Y sucede que buena parte de la vida la vivimos durmiendo. Vale la pena dormir, pues, de la manera más gratificante posible, en placenteros paisajes oníricos donde desaparezcan los abismos insondables sobre los que uno se queda colgando de un arbolito, perros enfurecidos de ojos encendidos que están a punto de saltar sobre nuestra yugular, peligros insalvables que te atosigan y mil otras suertes de episodios tremebundos que inventa la crueldad del subconsciente, ese yo tenebroso que subyace a nuestra existencia diurna.
Al hombre moderno, nada le sorprende ya. Pero uno no puede menos de pensar en el desasosegado retintín de las maquinitas que te facilitan adelgazar y te devuelven un cuerpo musculoso en un quítame allá esas pajas y en las dietas milagrosas que te dejan como un pincel velazqueño.
De momento, todo es cuestión de olvidarse y esperar a que la verdad se imponga. El tiempo dilucida al fin la veracidad o ensueño de muchas ofertas alegres que no pasan de mero intento o atisbo de venta televisiva.

Rincón poético:

PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO

Con dos tórtolas, María,
pobre, ha rescatado al niño.
¡Qué mal le valora el templo!
¿Tan poco vale tu hijo?

Pero no te desazones
por lo que figure escrito.
Siempre han valido los pobres
mucho menos que los ricos.

Dios valora a su manera
desde el suyo nuestros juicios.
Yo sé que no tiene precio
quien todas las cosas hizo.

Y la prueba es que Dios mira
todo de modo distinto.
A pobres como tú y yo,
gustará de bendecirnos
entre otros muchos Jesús,
delante de sus discípulos.

¿Qué pensará san José
de las cosas que decimos?

(De Invitación al gozo)

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