viernes, 20 de abril de 2012

Cristo, alimento espiritual


Jesús es el pan de la palabra y el pan eucarístico. En uno y otro caso, ese pan es alimento espiritual de quien lo recibe. Y al convertirlo Jesús en comunión con él, alza los ojos a Dios, y mediante el Espíritu, bendice ese fruto de la espiga con un gesto que identificará su peculiar modo de ponerse a la sombra del Padre en todo lo que hace.
Ese gesto servirá a los discípulos de Emaús para desvelar su identidad en otro darse asumido por ese pan, porque la presencia de Dios ha de ser rastreada en los signos con que nos habla de sí y se nos da. Hay aquí otro signo indicativo del carácter eucarístico de ese alimento, su carácter inagotable, que se deja entrever en la abundancia del pan sobrante. Cristo, pan y palabra eucarísticas, no admiten medida, porque no la tiene Dios.


Reflexión: La resurrección en la pintura

Pintores y dibujantes suelen interpretar el hecho de la resurrección como un vuelo luminoso de Cristo hacia las alturas, donde reside el Padre. Resulta ser un modo de sensibilizar la resurrección, que es un hecho espiritual que escapa a toda percepción sensual, con los recursos creadores de la imaginación. En realidad, el hecho de la resurrección no tuvo testigos, porque concluida la historia humana de Cristo con su muerte, todo ocurre en el ámbito divino de la eternidad. La resurrección no es un hecho humano de Jesús, sino un hecho divino. Los testimonios de la resurrección de Cristo son resultado de las apariciones de Jesús ya resucitado a los suyos. Sus discípulos testimonian que Cristo ha resucitado, que lo han visto vivo otra vez; no que le hayan visto resucitando.
Bienvenidos cuantos, desde el poder creador del arte, nos permiten imaginar con ellos la sublime belleza de la resurrección de Jesús.

Rincón poético

LAS PALABRAS

Las palabas discurren para todos,
aguas de un mismo río.
Todos bebemos de ella,
desde la orilla, hasta la bebe el niño.
Pero no es tuya. Nadie intente
apropiársela. Trátala con mimo.
La palabra es eterna
más allá de uno mismo.
No mueren las palabras;
palabra es Jesucristo.
Muere el que mancilló su ejecutoria,
muere el que las ha escrito.
No manchéis la corriente, su nobleza,
no remováis el limo,
que es su vieja memoria
borrada en el olvido.
Desde el puente de piedra
de tan viejo amarillo,
pedid que os diga el agua
cuál es vuestro destino
y que enriquezca a cuantos
aguas abajo van junto al camino.

(De Invitación al gozo)

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