domingo, 8 de abril de 2012

Domingo de Pascua


El libro de los Hechos recoge el momento en que la iglesia, muerto y resucitado Jesús, inicia su andadura apostólica. Pedro, ante la gente notifica que Cristo ha resucitado y alega que son los discípulos los que dan testimonio de su muerte y de su resurrección. Nos hacen ellos un resumen de su itinerario humano, recordándonos que pasó por este mundo haciendo el bien; que dio su vida por sus amigos; que el mayor bien fue liberar al hombre de las esclavitud del pecado, y que proclamó que Dios está siempre a favor del hombre.
Pablo enseña a sus cristianos que, por el bautismo, han muerto y ahora viven con él, a quien han de esperar gozosamente. Todos nosotros vivimos la resurrección de Cristo desvinculados de las ataduras del pecado, justificados por él.
Será el amor quien ilumine nuestra fe, como le ocurre a Juan ante el sepulcro vacío, que sólo desconcierta a quienes lo contemplan dudosos, reacios a abrir los ojos al misterio. El misterio de Cristo que, resucitando nos asocia al grupo de sus elegidos, en amistad con Dios, y nos abre la esperanza al gozo de una vida sin orillas.

Reflexión: El canto de un mirlo

El oratorio de los frailes, da a un patio interior atestado de plantas, a través de un lateral acristalado de la minúscula habitación. Todos los días, muy temprano, durante la oración y rezo del Oficio divino, un mirlo se posa sobre el pretil que corona el patio, en la terraza, y acompaña el rezo con sus cantos. Mera casualidad, dirá cualquiera; dichosa e insólita casualidad decimos nosotros, que a falta de órgano, disponemos de las delicadas filigranas del canto de un mirlo, a Dios gracias.

Rincón poético

RESUCITÓ

En el silencio jubiloso
de los brazos del Padre,
Cristo vuelve a la vida floreciendo
como sólo florece
el corazón de Dios.
Gritan los cielos su alegría,
gritan como amapolas
en un trigal las cinco heridas
que significan al Señor.
¡Cristo está vivo! Nadie
pudo enterrar su voz.
Vibre de nuevo su palabra,
manen amor las fuentes de la gracia
y alce como una lanza transparente
la luz su resplandor.

(De Invitación al gozo)

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