La gente, ante la supuesta avilantez de Jesús de declararse mesías, le pide una señal demostrativa de tan alta condición, para poder creer en él, a la manera de cómo Moisés dio a sus padres pan del cielo, el maná.
Se refugian en el pasado desde un sentimiento particular y exclusivo de pueblo escogido, mientras Jesús habla con una intención universal, que comprende a todos los hombres. Y les corrige haciéndoles ver que su creencia en el poder de Moisés es ilusoria, porque no fue Moisés, sino su Padre, quien hizo aquellos portentos, además de que aquel pan del desierto cubría necesidades inmediatas, de modo momentáneo y pasajero, mientras el pan que él les dará, el pan eucarístico, el pan de su palabra, establece una comunicación permanente con Dios, que eso es lo que significa saciar de una vez por todas.
No pueden adivinar que el signo mesiánico insuperable de Jesús será dar la vida por los hombres, muriendo y resucitando para hacerles partícipes de su vitalidad. Y así será cómo este pan compartido, que es el pan del amor, hará presente a Dios en el corazón del hombre, y en el corazón de su Iglesia. -Señor, damos siempre de este pan.
Reflexión: Carpe diem
Nuestros antepasados romanos acuñaron un dicho breve que incitaba a vivir gozosamente con total despreocupación, Carpe diem! La lengua castellana ha traducido su sentido de castiza manera: ¡A vivir, que son dos días! Aquí la frase oculta un cierto sentido que amarga un tanto esa eterna invitación a pasarlo pipa, el carácter efímero del paso del tiempo, expresado de hiperbólica manera, al comprender en dos días la extrema brevedad de toda la existencia. Pagana es la frase latina y pagana su desgarrada traducción. Vivamos gozosamente, en paz y compaña, digamos nosotros, porque ahí, a la vuelta de la esquina, nos espera Dios con los brazos abiertos.
MÍRALE A LOS OJOS
¡Dios, qué poco sabe
quien se niega a amarte
como le amas tú!
No hay nadie que ignore
que el que se halla a oscuras,
enciende la luz.
Puede que no sepa
que por él Dios mismo
muerto está en la cruz.
Haz que al fin se encuentre
en cualquier camino
contigo Jesús.
Como a Pablo, un día,
derribe entonces
tu rayo de luz.
Sentirá que entierra
los criterios viejos
una ola, un alud.
Mírale a los ojos,
que humillen y abajen
la altiva testuz.
Mírale, Dios mío,
y que aprenda a amarte
como le amas tú.
(De Haciendo camino)
No hay comentarios:
Publicar un comentario