martes, 17 de abril de 2012

El testimonio de Cristo

San Juan, más que proponernos temas que traten de Jesús, nos muestra preguntas y respuestas entre él y sus interlocutores, convirtiendo el encuentro en diálogo jugoso. Jesús, siempre cercano al hombre, prefiere así, más que pronunciar largos discursos, dialogar de tú a tú con la gente.
Aquí le hace ver a Nicodemo que para renacer a la nueva vida de la gracia, hay que empequeñecerse, renunciando a la altivez de la sabiduría. Las puertas de la vida son estrechos postigos. Nicodemo además quisiera ver las cosas de Dios con sus propios ojos, lo cual no es fe. La fe cristiana nos induce a mirar las divinas verdades con los ojos de Jesús, el único que tiene experiencia directa de Dios. Ahí reside la contraposición del creyente y el que no ve con los ojos de la fe, una situación que define la aceptación o el rechazo de Cristo, que durará siempre. Por eso será alzado en la cruz, para atraer hacia sí a todo el que quiera interesarse por él y logre así la vida eterna que él nos reporta, mediante el bautismo.
Ojalá que los que, faltos de fe, desconocen el testimonio de la experiencia divina de Jesús, sean atraídos por él.

Reflexión: El abuelo
A Paola

No deja de ser enternecedora la tierna satisfacción que siente el abuelo por sus nietecillos. Es como recuperar lo que ya no se tiene. Lo niños son el porvenir; eso mismo que el abuelo empieza a no sentir como horizonte esperanzador al que tender con la indiferencia del niño para quien todo el tiempo es hoy y ahora. El abuelo está de regreso; nada tan parecido como una vuelta atrás. Aquí sí cabe eso de que los extremos se tocan. El abuelo es todo acogida; el niño, sujeto de atención y cariño. No le pidáis rigor ni severidad al abuelo; no es riguroso el cariño. Más bien, se mostrará siempre consentido y bonachón. Los niños hacen sensible y bueno al abuelo.

Rincón poético

NOCHES SIN SUEÑO

Los sueños oscurecen las noches y la vida.
Las noches no dormidas llenas de luces negras,
los ojos que no duermen, son ojos apagados
como los que taladran de horror las calaveras.
Quien no duerme ha perdido la llave de los mitos
y la noche sepulta sus ojos en la tierra.
Es como si un piano se rompiera de pronto;
todo se para; el ritmo de la vida se quiebra;
el tiempo se detiene en una densa nube
y al reloj de la noche se le rompe la cuerda.
La noche se prolonga como un grito infinito
que furiosas repiten a coro las estrellas,
y son gritos y gritos, igual que una cadena
de un racimo enjaulado de soles y planetas.
Los gritos de la noche, nadie los puede oír;
parecen el chirrido oscuro de una puerta.
Y hay que dormir. No duerme quien enterró su vida,
quien escribió su nombre sobre una tumba negra.
Duerme y sueña quien vive ese lado vivaz
donde siembra la vida opimas sus cosechas.
Y hay que dormir. Los sueños vendan viejas heridas.
La venda de los sueños restaña heridas viejas.

(De Invitación al sueño)

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